Sesenta Años de la Síntesis Viviente

Hace sesenta años, Víctor A. Belaunde publicó su obra La Síntesis Viviente, en la que agrupaba diversos ensayos sobre la crisis de la cultura occidental. Además de la unidad temática, unía a estos ensayos el horizonte desde el cual se intentaba comprender la crisis cultural: la teoría de la síntesis viviente. A esta segunda unidad debe el libro su título, a pesar de que como tal la teoría de la síntesis viviente sea explicada solamente en la introducción, y queda después –para el resto de los ensayos- el análisis de las distintas realidades que trae a colación Belaunde.

La obra no ha perdido actualidad dado que la “teoría de la síntesis viviente” es mucho más que el libro que la da a conocer. El libro es un trabajo de filosofía de la cultura; pero la teoría no se limita solamente al ámbito del pensamiento de la cultura, sino que es una teoría metafísica; es decir, un intento de explicar la realidad desde sus principios radicales. Sería por lo tanto un reduccionismo entender la síntesis viviente como solo una teoría de la cultura; y creo que este reduccionismo nos llevaría a perder la nota más actual que tiene el pensamiento de Belaunde: su personalismo ético.

Efectivamente, la primera y la más importante realidad a la que se le puede denominar síntesis viviente es la persona. Ella es síntesis de cuerpo y alma, de unidad y libertad. Es la libertad de la persona la que realiza las distintas síntesis culturales: familia, comuna, gremio, estado; como continuación connatural de la síntesis primigenia de la persona humana. La cultura es por lo tanto una manifestación de la persona: “Todo lo que afirma la persona redunda en favor de la cultura y a la inversa, todo lo que atenúa o amengua a la persona, debilita o acaba por comprometer la cultura misma.”

Para Belaunde, los elementos culturales no deben ser entendidos como contrarios a la naturaleza. Lo cultural es naturaleza reordenada según el ideal de los valores espirituales. Este reordenamiento, esta asunción, de elementos físicos, biológicos e históricos, por parte de los valores espirituales, solo es posible por la presencia de la persona humana que es capaz de un aportar libre, no condicionado por la necesidad biológica, sino que la trasciende. Cuando el hombre da la espalda a estos valores y pone como criterio de acción los impulsos vitales (riqueza, placer, poder y gloria) empieza la desintegración de la síntesis vital, causa de crisis cultural. “Hay un verdadero proceso de deshumanización cuando se concentran todas las potencias intelectuales y vitales, no en la afirmación del espíritu o en la realización de valores culturales, sino en la posesión de la riqueza, del poder y de la gloria. Puede hablarse entonces, no del hombre, sino del animal económico, del animal político o del animal vanidoso”. Alcanza así la teoría de la síntesis viviente la cima de lo ético, que aparece como la tensión de tener que elegir o vivir como persona –abierto a lo trascendente- o vivir como animal, no habría término medio.

Pienso que este aporte de Belaunde puede resultar fecundo a los  investigadores de temas culturales y filosóficos y me parece que se abren horizontes prometedores a la investigación social y política si se coloca, como piedra angular de su pensamiento peruanista y social, el personalismo ético de su reflexión metafísica. Una relectura de Belaunde en este sentido ayuda a entender la “peruanidad” como un proyecto ético, capaz de aglutinar integralmente, todas las dimensiones del ser humano. Si pensamos en el Bicentenario de nuestra independencia, Belaunde es un pensador obligado en la reflexión sobre el carácter de la identidad peruana.

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