El milagro de la debilidad

Hay momentos en la vida –tanto personal como comunitaria- en que esta parece que se le escapara de las manos de Dios. Hay momentos en la vida en que el caos y la brutalidad cubren como mortaja toda la naturaleza humana. En esos momentos, el temor se vuelve angustia y remece lo más hondo del alma humana, condenándola a una existencia temblorosa. En la novela: la última del cadalso, Gertrud von Le Fort explora esta materia.

La fuente de inspiración de Getrud von Le Fort es doble. Por una parte el tiempo dramático que le toca vivir. La novela salió publicada en 1931, en una Alemania que había vivido una derrota bélica y que sin embargo se encaminaba a protagonizar una barbarie peor. Un eco de la preocupación que generaba esta situación es el que se puede leer en el siguiente fragmento: “Querida, el miedo es un gran tema: nosotros, todos, no nos hemos horrorizado lo suficiente. ¡Una sociedad debe temblar, un Estado debe temblar, un gobierno debe temblar: temblar es fuerza! Estas cosas han pasado y pueden volverse a repetir en cualquier momento.” Todo ese pathos trágico de ver a una época moribunda, tomó forma en el personaje de Blanca de la Force, una joven acomplejada y temerosa de todo.

Sin embargo, el escenario en el que Blanca habría de vivir su drama no sería la Alemania de entreguerras. Le Fort ubicaría a su personaje en un escenario distinto: el convento carmelita de Compiègne en plena revolución francesa. En dicho convento, y en dicha época, un grupo de 16 monjas se negaron a renunciar a sus votos y pasar a las filas de las “ciudadanas libres”. Esta negativa les valió el ser condenadas a morir en la guillotina. Estas monjas rechazaron la oferta de una “libertad ciudadana” en defensa de su libertad espiritual de vivir religiosamente, y por eso subieron al cadalso cantando el «veni, creator spiritu», dispuestas a dar su vida para lograr el fin de la masacre y la paz para el estado y la iglesia, y sobre todo dando ejemplo de cómo se vive la libertad de los hijos de Dios.

En ese escenario de la revolución francesa, donde el hombre soñó con su bondad natural, con su libertad y la fraternidad, y descubrió que ese sueño se iba convirtiendo en una pesadilla de horror y de espanto, Le Fort desenvuelve la existencia agustiada de Blanca. Blanca se convierte en el símbolo de la insuficiencia de la naturaleza humana y sus sueños. No es la insuficiencia que surge de de los instintos desordenados, es decir la crueldad. “Lo trágico y verdaderamente terrible de la humanidad es que los ideales más nobles (…) pueden convertirse en un momento dado exactamente en sus contrarios. Esto no significa que todos nuestros ideales fuesen falsos, pero significa, sin embargo, que estos ideales eran insuficientes.”

La insuficiencia de lo humano, cuando uno la afronta en su dimensión trágica, conduce o a la desesperación cínica, o al reconocimiento de una como exigencia de –en palabras de Mauriac- “purificar la fuente” por medio de la gracia. Es la gracia una palabra muchas veces extraña en estos tiempos donde la práctica religiosa se ha convertido en una especie de gimnasia espiritual. Sin embargo, esa gracia es la que al final de la novela nos muestra a una Blanca alegre, sin temor alguno, cantando junto a sus hermanas religiosas en la plaza de la revolución; porque donde fracasó la vida heroica, se realizó el milagro de la debilidad.