Diario Metafísico

Cómo debe entenderse un curso sobre “Filosofía”. De entrada, podría decirse que, como cualquier otro curso, debería consistir en una revisión sucinta de lo principales temas que constituyen a la filosofía. Así pues, debería dársele al alumno una breve reseña histórica de las principales corrientes filosóficas, de las principales cuestiones o problemas (el hombre, el conocimiento, los valores, la ética, la política,…). Sin embargo, esta perspectiva es problemática. Reduce la filosofía a un conjunto de temas de lo más dispares y sobre los que muchas veces no cabe unidad aparente.

Por lo tanto, es estudio de la filosofía no debe confundirse con el estudio de un cúmulo de opiniones que sobre algunas cuestiones específicas –hombre, naturaleza y Dios- se han sostenido a lo largo de la historia. No se debe confundir la filosofía con la historia de la misma. La historia de la filosofía per se carece de sentido, e incluso puede llevarnos a la perplejidad: hay razones para sustentar las opiniones más contrarias… el siguiente paso es el escepticismo.

Esto no quiere decir que la historia de la filosofía no tenga utilidad. Aristóteles inicia sus principales obras –la metafísica y la Ética, por ejemplo- haciendo un recuento de las principales opiniones sostenidas con anterioridad, pero con el objetivo de conocer la verdad descubierta por sus predecesores. No es suficiente con conocer la opinión de Platón, sino sobre todo si la opinión de Platón es verdadera o no. Es en parte el famoso: amicus Platonis, sed magis amicus veritas.

La filosofía no es, pues, tanto un asunto de opiniones como de verdades. Las opiniones de los filósofos adquieren valor en la medida en que desentrañan la verdad de un tema. De allí que la filosofía verse sobre razones, y el filósofo ha de acercarse en busca de la verdad. “Buscador de la verdad” es una expresión que en parte describe lo que es un filósofo. Digo en parte, porque el buscar no es toda la filosofía. El que busca, encuentra. Si no se da el encuentro con la verdad, la filosofía sería una tragedia. Si el que busca no encuentra lo buscado, sobreviene lo trágico. Lo trágico es no haber verdad. De allí que posturas como el escepticismo o el nihilismo sean trágicas. Si la verdad no existe, o es inalcanzable, como sostienen algunos a qué viene el pensar. Si no hay verdad, el pensar queda reducido a una gimnasia mental, a dar volantines de acuerdo a una lógica previamente aceptada. Puro formalismo.

El escepticismo plantea que lo que se piensa es lo probable… pero ¿probable qué? La probabilidad viene a ser el recurso par evitar lo trágico; pues lo probable es probablemente verdadero, y sólo así tiene sentido. Lo probable es una verdad debilitada. También cabe atenerse a lo verosímil; pero, ya había observado San Agustín, cómo saber si algo es vero-símil (semejante a la verdad) si no conocemos la verdad. ¿Cómo podemos decir de alguien que se parece a su padre, si no conocemos a su padre? Se pregunta San Agustín. De igual manera –continúa- cómo decir de algo que es verosímil si no se conocer la verdad.

Filosofía es por lo tanto no sólo busca sino también encuentro con la verdad. Es constante búsqueda y constante encuentro, porque la verdad no se agota ni es fácil dar con ella, aunque tampoco es imposible. Quizá por esta razón, los filósofos optaron por este nombre. Desecharon el nombre de sophoi (sabios) y optaron por el de amantes de la sabiduría. La sabiduría es propia de quien se encuentra con la verdad; y lo propio del amante es ir en busca de lo que ama.