La Segunda Navegación

La verdad de la filosofía es la propia del fundamento, y que suele estar oculta. Una forma de entender el proceder del filósofo en el trabajo de desocultamiento es a través de la primera y segunda navegación de origen platónico. Se ha dicho que vivir es navegar, y si la vida racional es el modo más alto de vida acá en la tierra, entonces también esa vida es un cierto navegar, vamos pues a tratar de entender el modo de navegación de la razón humana.

Comencemos por sentar el sentido originario de lo que Platón denomina primera y segunda navegación. Los términos están tomados de la realidad náutica. La primera navegación hacia referencia a la que hacía el barco impulsado por los vientos; la segunda navegación es la que –al cesar los vientos- se hacía por medio de los remos, por la propia fuerza. Esta alegoría, como toda la de origen platónico, se presta a múltiples interpretaciones y todas ellas dan luces sobre el pensar humano.

Un primer sentido de la segunda navegación es la de entenderla como la prosecución personal de la investigación filosófica. Filosofar es indagar sobre el fundamento de la realidad, esta indagación es siempre continuable. De allí que, como hemos dicho, si bien es necesario el conocimiento sobre los aportes de los demás filósofos, quedarse en eso no es hacer filosofía sino historia de las ideas. El filósofo se muestra como tal cuando, conociendo lo aportado por los anteriores pensadores, se enrumba más allá de los textos hacia la realidad, el que levanta la vista del libro para continuar la indagación del ser en el ser real. Esta ha sido la actitud de los grandes filósofos. Aristóteles, por ejemplo, acepta la teoría del ser de Parménides, pero continúa a Parménides introduciendo la distinción entre potencia y acto, lo cual le permite comprender la realidad del movimiento que para el Eleata quedaba en el ámbito de la doxa; Tomás de Aquino, acepta la multiplicidad de sentidos del ser y añade el ser como acto distinto de la esencia, lo que le permite entender el cosmos creado. La segunda navegación es la indagación personal sobre la realidad, más allá de lo que se ha dicho hasta el momento. Este más allá no implica abandono o desprecio de las otras teorías, sino continuación. La filosofía es pues una tarea personal.

Un segundo sentido, y el más propiamente platónico, es el de superación de lo físico y el alcance de las realidades metafísicas. Para Platón la primera navegación se había realizado por impulso de la filosofía naturalista, que buscó el fundamento en las causas físicas; Platón siente la necesidad de remontar la búsqueda más allá, pues las causas físicas no terminaban de explicarlo todo. Platón es el descubridor de la ruta de lo suprasensible: «Tuve miedo de que mi alma quedase completamente ciega al mirar las cosas con los ojos y al tratar de captarlas con cualquiera de los otros sentidos. Y por eso decidí que debía refugiarme en los razonamientos (logoi) y considerar mediante éstos la verdad de las cosas (…) Me he internado en esta dirección y, en cada caso, tomando como base aquel razonamiento que me parezca mas sólido, juzgo verdadero lo que concuerda con él, tanto con respecto a las causas como con respecto a las demás cosas, y lo que no concuerda lo juzgo no verdadero».

La segunda navegación era la superación de la Physis por medio del logos; es decir, utilizar el logos ya no solamente para alumbrar lo sensible sino para alumbrar a través de los sensible y llegar a las verdaderas causas o las causas últimas. Trascender lo físico para ir hacia lo suprafísico sin dejar lo físico es lo que se ha venido a llamar: metafísica. Esto se torna necesario en la filosofía, porque la explicación física de lo físico es insuficiente. Por ejemplo, ¿Qué es la risa? Desde la fisiología, “en la risa (…) se producen espasmos clónicos del diafragma en un número aproximado de dieciocho, y la contracción de la mayor parte de los músculos del rostro. Se estiran hacia arriba el lado superior de la boca y sus esquinas. Se eleva el párpado superior, y también, hasta cierto punto, las cejas y el labio superior, mientras se arrugan de modo característico los rabillos de los ojos.  Las ventanas de la nariz se dilatan moderadamente y se levantan, la lengua se extiende ligeramente y las mejillas se distienden y se elevan un poco. (…) Se dilata todo el sistema vascular arterial, con el consiguiente rubor por el efecto de los capilares dermales del rostro y cuello, y en ocasiones del pericráneo y las manos. Por esta misma causa, los ojos suelen adelantarse y se activa la glándula lacrimógena, ordinariamente hasta un grado que produce un brillo de los ojos, pero a veces hasta tal punto que las lágrimas fluyen por los canales adecuados”. Este estudio de la risa ha llevado a descubrir los beneficios que tiene el reír para la salud; sin embargo, para la filosofía es insuficiente porque no explica la razón de la risa humana. Bergson, por ejemplo, intentó abordar el tema desde la filosofía y planteó que la risa era una reacción ante la rigidez del espíritu que se detectaba en el otro.

Lo que hemos visto en el caso de la risa, puede verse igual con otros temas. Por ejemplo, la vida. La descripción de un ser vivo no da razón de lo que es la vida. La descripción del proceso de ver o de oír, no termina de explicar lo que sea cada una de esas facultades. La explicación científica es insuficiente para el afán del hombre de tener una explicación de cada realidad del universo. Esto no quiere decir que la ciencia sea algo de lo que la filosofía puede prescindir. La ciencia es la primera navegación, que antecede a la segunda. El filósofo debe, en la medida de lo posible, tener un conocimiento básico de las ciencias, y estar informado de los distintos avances que se van realizando en cada uno de los campos de la ciencia. Un filósofo que desprecie la ciencia es un contrasentido, porque lo que mueve al filósofo es el afán de conocer y la ciencia es ciertamente un modo de conocimiento. El filósofo no desprecia la ciencia, pero tampoco se queda en ella sino que la trasciende. La filosofía es una ciencia, una actividad, metafísica. 

Hay una tercera forma de entender la segunda navegación, a la que alude Aristóteles en el libro A de la metafísica, y es la que alude al tema de la libertad. “Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es por tanto evidente, que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.” ¿Qué mueve a filosofar? Pues nada, el filósofo lo es porque le da la gana. La filosofía no se ordena a ninguna utilidad. Trasciende esa primera navegación del conocimiento humano que estaba ordenado a la utilidad y a la satisfacción de las necesidades humanas. De allí que, como el mismo Aristóteles lo indica, “es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de libre.” La Filosofía es pues una actividad libre en sentido pleno.

La filosofía es navegación, es segunda navegación de la razón que se caracteriza por ser metafísica, personal y libre.