Orión

Sentado en la puerta de mi casa, espero que una nube termine de pasar y me permita nuevamente ver a Orión. Hace frío esta noche, y aunque llevo una casaca de regular grosor, el viento se las ingenia para escabullirse entre los huecos de las mangas y enfriarme los brazos, los hombros y el pecho. Nunca estamos lo suficientemente protegidos, en las noches siempre el viento helado encuentra un camino para llegar a nuestro corazón.

Quizá sea bueno entrar… allá dentro en mi cuarto hay una cama con una colcha que me esperan… calidez. Sin embargo, si entro no veré a Orión, y no podré saber donde está el norte.

Muchas veces he pensado en la posibilidad de comprarme una brújula, de esa manera siempre tendré un norte aunque esté bajo tierra. Pero no. Siempre he tenido la necesidad de sentir que el norte es algo que me es sugerido desde el cielo, que me es susurrado como misión, como meta, como destino… no algo que yo conozco por acción de la técnica humana.

Orión estará allí siempre. Estuvo antes de que llegara y permanecerá aunque yo ya no esté. Podré cerrar los ojos y Orión siempre estará indicando el norte. Yo puedo alterar el magnetismo de la brújula, o puede hacerlo alguien más y entonces ya no me indicará el norte. No, no siempre es segura la técnica humana, no siempre son seguros los derroteros humanos que ella nos indica. Unicamente las nubes me la ocultan, las nubes y el hecho de que puede cerrar los ojos o puedo huir en busca de calor a mi habitación. Pero Orión estará siempre allí… eso me anima siempre.