Letras sueltas

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«Quiero escribir pero me sale espuma,
Quiero laurearme, pero me encebollo,
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay Dios, ni hijo de Dios, sin desarrollo»

César Vallejo

– – –

Por qué eres persistente día viernes
por qué regresas, vez a vez
a recordarme mi soledad.
Por qué en tus horas y segundos
en el clarear de tu noche
y en el oscurecer de tu día
mi soledad se palpa
en cada plato que mi cuchara roza,
en cada gota que me toca,
en cada hombre que me ve y veo
                                                -por el rabillo del ojo.
Por qué el silencio de mi soledad
me asorda en cada palabra,
en cada acorde de música,
en cada susurro de la voz humana.
Por qué día viernes regresas, por qué…
Por qué no te quedas allende el tiempo, en lo eterno,
Por qué no me permites vivir en un lunes
colmado de trabajo, o en un miércoles de paz religiosa.

Vete, no regreses más.
Dejame con mis lunes y mis miércoles
con mi trabajo y mi paz religiosa.
Que otros disfruten -los que saben
                                     los que pueden-
Que otros disfruten de tus horas y segundos,
de tu anuncio del sábado y el domingo,
alegre para algunos (para mí no).
Déjame… déjame… déjame.

(André Lewis)

 * * *

Disculpa si tardé en reconocerte, vieja amiga,
pero en tú presencia así, tan desnuda,
tan al natural, me fue dificil recordarte.
Vieja compañera de viajes, de mis males pasados,
de mi nostalgia por un futuro que renuncié a vivir,
que lo olvidé entre las páginas de algún tonto libro,
has regresado a mí.
Sin embargo vuelves, más desnuda que nunca,
y me besas hasta la asfixia,
hasta recordarme que alguna vez
Yo
renuncié a respirar,
aceptando ser un zombi sonriente
dispuesto a sonreir sonriendo.
Vuelves,
ahora que me he propuesto amar…
sin esperar nada,
vuelves.
¿Será esta vez para siempre y no te irás?
¿Te unirás esta vez profundamente a mí,
de modo que no quepa distinción entre mi yo
y mi desesperanza?
¿Nunca me podré alejar de ti?
Vienes dispuesta a ser mi sombra, mi alma, mi tristeza,
mi adios.

(André Lewis)

* * *

 

Baila,
al son de la cítara y el tambor,
Arlequín dulce de mis tristes días,
dispuesto siempre a hacer reir a Dios.

Vas,
de cabriola en cabriola contento,
demostrando que así se baila el son de la vida
que así lo quiere Dios.

Y al saltar,
tu pie se desprende de la tierra
y te elevas, por los aires, al sol
a los cielos, a las nubes, a Dios.

No te canses,
mi pequeño Arlequín enamorado
de las vida, la playa y el Sol,
no te canses de alegrar a Dios.

(Andre Lewis)

* * * 

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