El retorno de la razón: El personalismo (I)

Por uno de aquellos hechos peculiares de la historia (¿azar, providencia?) la atención filosófica del siglo XX se centró en la apología o denuncia del marxismo . Sin embargo, ahora, con distancia de perspectiva se puede decir que en líneas generales el pensamiento del siglo xx se puede inscribir bajo las palabras de Terencio: humani nihil a me alienum puto dada la importancia que cobró el estudio del hombre. Muchos de estos autores, opacados sus pensamientos por la polémica marxista, están siendo actualmente revalorados. 

Entre estos pensadores deben destacarse los denominados personalistas que se caracterizan no solamente por haberse dedicado al estudio del hombre, sino «por colocar a la persona en el centro de su reflexión y de su estructura conceptual» (BURGOS) , aportando nuevos enfoques y temas.

1. Contexto histórico y cultural

Para entender cualquier fenómeno histórico es necesario comprender la situación en la que se origina. En el caso del movimiento personalista, hay que tener en cuenta el fracaso de la revolución copernicana iniciada por Descartes. Hegel, hijo de la res cogitans, cumbre del idealismo era a la vez su final. En el plano de la idea era un final exitoso: la razón que lo abarcaba todo y lo explicaba todo; sin embargo, en el plano de la realidad fue un fracaso. Las guerras mostraron que la Razón era irracional e inhumana. La ciencia y la técnica, hijas de la res extensa, no se sometían necesariamente a los dictados de la Idea. Esto último supuso una crisis no sólo en la filosofía sino también en la humanidad. Superar la crisis suponía superar a Hegel y su propuesta panlogista.  Los intentos de superación de Hegel pueden resumirse en tres: La oposición de la Voluntad (lo irracional) a la Razón, planteada por Nietzsche; La oposición de la Materia al Espíritu, planteada por Marx , y la oposición del individuo al Absoluto, planteada por Kierkegaard.   

 

1.1. Dios ha muerto…

Así, con la quiebra del idealismo y con el auge que en eso momento tenía la ciencia, los metafísicos no sólo fueron «suspendidos (…) solemne y regularmente de su actividad» (KANT) ; sino que fueron expulsados de sus cátedras y en su lugar puestos científicos que enseñaban «esta importante certidumbre: que no hay metafísica»(GILSON) . Veamos de un modo más detallado lo que venimos explicando.

 

a) Cientificismo

El notable desarrollo que durante el siglo XIX alcanzó la ciencia en los diversos campos, hizo que se empezase una sobrevaloración de la misma. Se esperaba que la ciencia lograse explicarlo todo a través del descubrimiento de las leyes que rigen el universo mecanicista. Se pensaba que se estaba llegando al anunciado estado positivo comtiano, en el cual

«el espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de obtener nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer las causas últimas de los fenómenos, para aplicarse únicamente a descubrir, mediante el empleo bien combinado del razonamiento y la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de sucesión y de semejanza. La explicación de los hechos, reducida entonces a sus términos reales, no es ahora ya más que la unión establecida entre los diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales que los progresos de la ciencia tienden cada vez más a disminuir en número»(COMTE).

Es decir, la ciencia encontraría, a través del método experimental, una explicación a todos los misterios del universo, haciendo desaparecer las «explicaciones míticas» que recurrían a Dios. Y aquellos que no pudieran ser explicados, no serían más que fantasías, imaginaciones. Incluso la filosofía se sometía a la ciencia positiva; pues, como dice Gilson, «este puro cientificismo se jactaba de presentar, bajo el nombre de filosofía, las conclusiones más generales obtenidas en las ciencias» , en las que los clásicos problemas de la filosofía: mundo, alma y Dios eran temas caducos.

«El resultado de esta mentalidad fue bastante deletéreo a nivel intelectual. Supuso un descrédito importante de las ciencias humanas, un replegamiento y complejo de inferioridad de la religión y también un rechazo a considerar desde el punto de vista intelectual las dimensiones trascendentes de la persona y, consecuentemente, a aceptar y creer en valores trascendentes. Los saberes que adquirieron prestigio fueron los que más se acercaban a las ciencias matemáticas y experimentales, acercamiento que pretendieron realizar muchos»(BURGOS) .

b) Materialismo

Producto del auge de la ciencia y de la técnica, produjo la aparición de un materialismo práctico. La aparición de la industria moderna y la producción en masa, por un lado, y el intento de dar una explicación «científico-material» a todo, llevó a que las relaciones sociales sean planteadas también en términos materiales. Así, el progreso es meramente material, las relaciones son simples intercambios en el mercado. Surge así el homo oeconomicus preocupado en crear riqueza individual.

«Y esa riqueza dio lugar a la formación de una amplia clase burguesa celosa de sus privilegios. Esta clase social abogaba por las libertades individuales y por la propiedad privada, y era partidaria de que el Estado no interviniese en los asuntos económicos (…), puesto que se consideraba que el sistema económico se ajustaba por sí solo. Esto era cierto en alguna manera pero se producía a costa del más débil, que no podía competir en esa dura lucha por la conquista del poder. Y es que, en realidad, el capitalismo, a pesar de su carácter individualista, no tenía interés por las personas concretas. Proclamaba la libertad del individuo y su derecho a la propiedad privada pero después no establecía mecanismos solidarios entre los sujetos, sino que cada uno debía resolver sus problemas con sus propias fuerzas y recursos. Se optaba, en pocas palabras, por la ley del más fuerte» (BURGOS)

Esto supuso la destrucción del ámbito comunitario de existencia, la pérdida de valores sociales como la solidaridad, la unidad de la familia; a la vez que se acentuaron problemas como la pobreza y la marginación; y aparecieron nuevos problemas como el problema ecológico.

c) Marxismo

En medio de los problemas ocasionados por la Revolución Industrial, apareció el marxismo como la solución científica a dichos problemas. Como manifestara Engels, amigo y colaborador de Marx, en el entierro de este:

«Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, el arte e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo» (ENGELS) .

Como puede verse, el marxismo «propone una explicación del mundo y de la historia lo suficientemente simplista como para parecer luminosa, y lo suficientemente compleja como para decirse científica» (LEBRET) , a través de la cual busca interpretar los hechos históricos. Toda realidad espiritual, se reducía a una proyección de los medios de producción, una superestructura que pretendía justificar la estructura. Como manifestaba Engels en su polémica con Düring:

«toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien en cuanto que la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos, orientados al futuro» (ENGELS).    

Es decir, son realidades que intentan mantener el antagonismo dialéctico existente entre las clases de modo oculto. Lo que el marxismo propugna es que las clases oprimidas tomen conciencia de clase, perciban su no pertenencia al sistema que los oprime para así poder emanciparse a través de la lucha; pero lucha de clases por hacerse con los medios de producción. Esta era otra ley de la historia .

1.2. …el hombre está en agonía

La irrupción del materialismo en los distintos ámbitos de la realidad, no sólo supuso el abandono de la metafísica en su vertiente especulativa y práctica, sino que además transformó la imagen del hombre. El hombre moderno no sospechó que la destrucción del cielo suponía no sólo la destrucción del mundo de los dioses, sino también la de la cúpula que protegía la tierra. Como atinadamente señaló Dostoyevsky: «»¿Qué sería del hombre si no creyese en Dios y en la inmortalidad?» «En ese caso todo le sería permitido, todo, hasta las mayores atrocidades…».

Kant fue consciente de esto y de allí que afirmara en la Crítica de la Razón Práctica que «el soberano bien no es, prácticamente posible sino en la suposición de la inmortalidad del alma, por consiguiente, estando esto inseprablemente ligado a la ley moral»; pero además, «el postulado de la posibilidad del soberano bien derivado (del mejor mundo) es al mismo tiempo el postulado de un soberano bien primitivo, es decir, de la existencia de Dios», de allí que «admitir la existencia de Dios es moralmente necesario».  Estas mismas razones resuenan detrás de la pregunta de Camus sobre si es posible ser santos sin Dios. Simone de Beauvoir -tratando de fundar una moral existencialista-sartriana- en Para una Moral de la Ambiguedad da una respuesta afirmativa a esta pregunta, la moral ha de ser la del compromiso del hombre con su libertad; pero ya sabemos a donde lleva el compromiso puro con uno mismo.

El materialismo, en cualquiera de sus versiones, supuso una depresión de la dignidad humana, porque supuso una negación de la libertad. El hombre estaba sometido o a la clase (marxismo) o a las leyes de la naturaleza (cientificismo) o a las leyes del mercado (capitalismo). El hombre era reducido de esta manera a un epifenómeno de estructuras más amplias e impersonales.

a) Pérdida del lebenswelt

El auge del positivismo y su intento de aplicación a todos los campos de la existencia (con la premisa de que aquello que no pudiera reducirse a una explicación positivista no existía) llevó a la persona a un estado de menesterosidad. Como explicó Husserl:

«La exclusividad con la que en la segunda mitad del siglo XIX se dejó determinar la visión entera del mundo del hombre moderno por la ciencias positivas y se dejó deslumbrar por la prosperity hecha posible por ellas, significó paralelamente un desvío indiferente respecto de las cuestiones realmente decisivas para una humanidad auténtica. Meras ciencias de hechos hacen meros hombres de hechos. (…) En nuestra indigencia vital -oímos decir- nada tiene esta ciencia que decirnos. Las cuestiones que excluye por principio son precisamente las más candentes para unos seres sometidos, en esta época desventurada, a mutaciones decisivas: las cuestiones relativas al sentido o sinsentido de esta entera existencia humana.»

Contrario al proyecto positivista, Husserl señala la imposibilidad de que la ciencia sea rectora de la vida humana, por el hecho de que el mundo de la vida (lebenswelt) es remplazado por el mundo positivo. Es decir, en su intento de explicar el mundo primario de la vida corriente, las ciencias positivas no solamente descubren un sinnúmero de leyes, sino que paralelamente encubre dicho mundo con el sistema de leyes positivas , en donde realidades como los valores, la espiritualidad o la religiosidad no están contempladas. El hombre empieza a moverse dentro de estructuras inhóspitas como el estado y el mercado; pero sobre las cuales se pueden realizar predicciones y ejercer un mejor control, viejo sueño del mecanicismo cartesiano.

La crítica de Husserl no pretende negar la racionalidad de la ciencia, sino la pretensión científico-positiva de que la ciencia es toda la racionalidad, con detrimento de la racionalidad filosófica, poética, práctica, etc. Por su parte, Edith Stein, discípula de Husserl, escribía: «Es sorprendente ver lo que nos ha quedado del campo del alma desde que la psicología de los tiempos modernos comenzó a abrirse un camino independiente de las consideraciones religiosas y teológicas: el resultado de esto fue una psicología sin alma. Así la esencia del alma y sus facultades fueron eliminadas por ser nociones mitológicas. Finalmente se llegó a acomodar todos los movimientos del alma partiendo de simples sensaciones de los sentidos. De la misma manera, se eliminó de la corriente de la vida del alma, el espíritu, la inteligencia y la vida.»
 

b) Totalitarismos

La primacía que cobró el mundo de lo científico, hará que la persona se disuelva entre las estructuras de leyes que pretendía explicar el devenir de la historia y la humanidad. Anuladas las personas, son la Historia y la Humanidad quienes se convierten en los verdaderos protagonistas del mundo humano encarnándose en el Estado, dando origen a los sistemas totalitarios: Marxismo, Nazismo, Fascismo.

“Los individuos no son más que uno de los múltiples momentos o manifestaciones concretas que adopta ese espíritu y, por eso, su entidad es débil y efímera. El individuo, en definitiva, pasa, mientras que el espíritu permanece. Por eso, es éste el que tiene valor y es relevante mientras que el individuo debe ponerse a su servicio.”

  En estos planteamientos, el único crimen, el verdadero crimen es el que atenta contra el sentido de la historia, de la raza, etc. Los crímenes de derecho común han de ser juzgado de acuerdo a su afinidad o no con dicho sentido. De allí que los encarcelamientos, asesinatos, torturas, están justificados si permiten el desarrollo de la Humanidad. Como lúcidamente señalara Jaspers, los estados totalitarios no son estados que comenten crímenes, sino estados criminales. Estados donde el crimen es un constitutivo esencial de ellos. 
 

c) Solipsismo

Frente a lo totalitario no quedaban ya personas. Estas, desarraigadas de su condición social, quedaban reducidas a individuos, piezas de recambio del sistema. Pero este solipsismo no era producto únicamente del totalitarismo, que contrariamente a lo que se pueda pensar no promueve lo social sino la masa, la suma de individuos, sino que tenía sus raíces en los mismos orígenes de la modernidad, en Descartes y su cogito.

“…incluso si admitiéramos que la Época Moderna comenzó con un súbito e inexplicable eclipse de la trascendencia, de creencia en el más allá, de ninguna manera se seguiría que esta pérdida devolvió el hombre al mundo. Por el contrario, la evidencia histórica demuestra que los hombres modernos no fueron devueltos al mundo sino a sí mismos. Una de las más persistentes tendencias de la filosofía moderna desde Descartes, y quizá su contribución, más original a la filosofía, ha sido la exclusiva preocupación por el yo, diferenciado del alma, la persona o el hombre en general, intento de reducir todas las experiencias, tanto con el mundo como con otros seres humanos, a las propias del hombre consigo mismo.” (ARENDT) 

Así, el hombre desde su soledad pasó a ser fundamento de su propio mundo. Lo que en Descartes pretendió ser la búsqueda de un punto firme para fundar la filosofía, se convirtió en fundamento de actitudes relativistas del vulgar “porque me da la gana”, primando así el voluntarismo que estaba detrás de todo su proyecto filosófico.

Resumiendo, el proyecto filosófico moderno culminó con la pérdida de la metafísica y de la persona como temas centrales de la reflexión filosófica, lo cual repercutió en la vida práctica tal como queda patente en el clima moral que produjo las dos guerras mundiales y como en el que se vive actualmente. El hombre dejó de ser persona, llamado a la trascendencia, y fue considerado como materia evolucionada sin destino fijo (nihilismo).