Hablar de Dios resulta peligroso

Cuenta Tatiana Goritcheva, filósofa de la ex-Unión Soviética conversa al cristianismo ortodoxo, que cuando vió por primera vez un programa religioso por televisión, dio gracias a Dios «de que entre nosotros haya ateísmo y no exista «formación religiosa»», porque «lo que hacía aquel hombre en la pantalla era capaz de hacer salir de la iglesia a muchas más personas que la torpe palabrería de nuestros ateos pagados. Impecablemente vestido, aquel predicador satisfecho de sí mismo tenía que hablar de la caridad. Pero la forma en que se presentaba excluía por sí sola cualquier posibilidad de predicación. Hasta hubiera impedido una simple conversación con otra persona. Era un actor aburrido, malo, que actuaba con gestos mecánicos y estudiados. Era un actor sin rostro. Por primera vez comprendí -concluye Gorticheva- cuan peligroso es hablar de Dios.»

Ciertamente, hablar de Dios resulta peligroso porque muchas veces en vez de hacerlo presente lo ocultamos detrás de nuestras palabras, nuestros conocimientos o desconocimientos de quien es Dios. Así, pensamos que hablar de Dios es hacer teología, es expresar una doctrina y unos argumentos más o menos bien elaborados, confundiendo al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, con el Dios de los filósofos, a una persona con una idea. Pero igual desconocimiento de Dios ocurre con aquellos que hablan del Dios que han «estudiado» en la Biblia. Comparando un versículo con otro logran encontrarse con un Dios que es el objeto de su estudio, tan idea como el Dios de los filósofos. Olvidándose del espíritu, se concentran en la objetividad de la letra.

No puede hablar de Dios quien primero no habla con Dios. Nuestro conocimiento de Dios parte de un encuentro personal, de intimidad, con Él. Dios es un Tú que nos interperla y que quiere entrar en diálogo con nosotros. La Biblia es la interperlación que Dios nos ha lanzado a través de la historia, la base del ámbito de encuentro con Él: su palabra. El estudio de las Escrituras, tanto histórico, teológico, dogmático o moral, está ordenado a clarificar ese encuentro, a permitirlo con una mayor profundidad. Hablar de Dios, por lo tanto, es hablar de ese encuentro, de lo que «hemos visto y oido». Precisamente, la prédica de los primeros cristianos se basaba en lo que habían visto u oído, apoyándose en las Escrituras (pero no en sutiles interpretaciones de éstas al estilo rabínico). Recuérdese aquel grito de la primera predicación petrina: «a este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.»

Cuenta Kiko Argüello, fundador del Movimiento Neocatecumenal, que en uno de sus encuentros con los gitanos en las chabolas, a los que les hablaba de Jesús, trató el tema de la resurrección de los muertos. De en medio de la gente se paró una gitana mayor que le preguntó: «¿Usted ha visto a alguien regresar del cementerio?». He aquí la locura de la predicación en todo su esplendor: un muerto que resucita y con su resurrección vence a la muerte. Aquellos que lo vieron dieron testimonio, «y su testimonio es verdadero». Pero nosotros, ¿de qué damos testimonio? ¿Acaso únicamente de que existe un libro que cuenta la historia de un resucitado así como en otro -uno de H.G. Wells- se cuenta la del hombre que viajó en el tiempo? Nuestro testimonio no puede ser meramente documental.Ha de ser un testimonio vivencial, de una persona real que existió y existe en el presente. «Ha recusitado y esto es verdad, porque he visto su acción en mí», este debe ser nuestro testimonio; pero además porque ha obrado en nosotros una primera resurrección, de la muerte del pecado.

Se trata de dar testimonio de nuestro encuentro con Jesús, que se realiza a través de la oración y los sacramentos, que bien vividos son actos de amor personal, de estarse con quien más nos ama. «Por la vida sacramental y por esta vida de plegaria interior y de contemplación que los sacramentos hacen nacer y mantener en nuestra alma, henos aquí hijos del Padre, identificados de alguna manera con el Verbo y verdaderamente divinizados» (Un Cartujo), siendo otros Cristos, el mismo Cristo. Dóciles a la voluntad de Dios, nos convertimos en instrumentos de su Palabra: con nuestros actos, con nuestro ejemplo, con nuestra palabra, con nuestros silencios. Siendo cada acto, cada palabra, un acto creativo, por el Espíritu creador que lo anima.

Se cuenta del padre Pio que una vez fue visitado por un ateo, después de dar una paseo en el cual el padre le contó la parábola del hijo pródigo, este hombre le pidió que escuchara su confesión. He aquí un claro ejemplo del Espíritu que vivifica la letra, que todo lo renueva e ilumina. Pero aun cuando no hubiese hablado, su vida misma era un testimonio de la Palabra.  
 

6 thoughts on “Hablar de Dios resulta peligroso

  1. No veo en que sentido pueda ser peligroso hablar con Dios, el peligro está en no hacerlo, en cerrarnos al diálogo con el absoluto.

  2. y que hay d elas demas religiones, y de otros libros tambien considerados sagrados por otras culturas, que hay de los otros seres humanos de los que heos escuchado y algunos hasta conocemos mas a fondo su historia y su encuentro con dios…. Dios va mucho mas que un libro que cuenta experiencias de personas que nisiquiera la gente que nos habla de ellas llegaran a conocer nunca ni de manera cercana. Dios es cada cosa que sentimos, vemos tocamos palpamos y degustamos, oimos.. Dios va mucho mas alla del comentario o ensenanza. Dios es una experiencia personal para cada quien, y cada ser humano gracias a su ser interno elige un camino para al menos darse cuenta que existe un ser superior a cualquier cosa que podamos conocer.. y ese ser es DIOS.

  3. Estimado Juan, no sé a que viene tu mensaje. Si «Dios es una experiencia personal» como dices, pues ¿no debería tomarse mi referencia a la Biblia y al mundo católico como lo que constituye mi experiencia? ¿Puedo hablar de «otros libros» que no conozco? No me arriesgaría a tal despropósito. Pero si leyeras un poco mejor el post verías que en parte coincidimos en lo dicho; porque lo que he intentado decir es que incluso para un católico el conocimiento de Dios parte -o debería partir- de una experiencia personal. Soy consciente de que nunca faltarán personas como tú que censurarán a un católico que da testimonio de su experiencia personal de Dios alegando que hay «otras experiencias y otros libros». Sobre otras experiencias nada he dicho, he intentado resaltar -y quizá sin mucho éxito- sobre el peligro de la religión (cualquiera que sea) que no parte de una experiencia personal y para eso he intentado expresarlo desde mi experiencia católica o desde experiencias católicas (que son las que conozco).
    Espero haber redondeado la idea, pero ahora paso a resaltar algunas incoherencias que me parecen detectar en tu comentario. Primero, dices que «Dios es cada cosa que sentimos, vemos, tocamos, palpamos y degustamos, oimos». Si Dios puede ser eso, si Dios puede ser una cosa que oimos, puede ser también un comentario o una enseñanza que oimos, entonces ¿cómo está eso de que «Dios va mucho más allá del comentario o enseñanza»?. Entonces ¿Dios no es la cosa (comentario o enseñanza) que oimos? Salvo que quieras indicar que Dios puede ser el comentario o enseñanza que oimos; pero no es el comentario o enseñanza si esta escrito; porque eso no lo oimos.
    Lo que pasa es que toda tu visión no revosa más que de un subjetivismo asfixiante. Al final con toda tu «Dios es cada cosa que sentimos, vemos tocamos palpamos y degustamos, oimos..» no buscas otras cosa que hacerte un Dios a tu mediocre tamaño, a tu insignificante medida, como traje mandado a hacer. Por eso, aquello de que «Dios va mucho mas alla del comentario o enseñanza», no es otra cosa que un rechazo de toda experiencia que te recuerde que Dios es una realidad per se, que no depende de lo que comas o huelas, que no depende de lo que toques o sientas, que Dios no es un sentimiento tuyo, y que esos cosquilleos en el estómago no es experiencia mística alguna sino parásitos. Dios no es «una experiencia personal para cada quien», sino que a Dios se le conoce a través de una experiencia personal, aquella que hace olvido de sí y se abre hacia el Tú divino. Un saludo estimado, y cuidate.

  4. Dios es motivo de pelea en todo el planeta. En esta etapa de mi vida deseo escuchar, leer sobre quien es Dios para los seres humanos. No tengo motivos para pensar que Dios no existe, o para estar segura que es un hombre al cual le pido favores. Dios es energía, es presencia inmaterial. El concepto Dios se amolda a cada ser humano, lo ponemos en el vestido que queremos, le damos la talla. Mi Dios no está en la religión. De la biblia supe por la educación religiosa recibida, y, me estoy reencontrando con este texto, cual considero promueve el desarrollo de la sabiduría. Espero no generar un debate, solo de forma respetuosa conocer sobre Dios.

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