Sobre el éxito

Actualmente se habla mucho de éxito, todos lo buscan y todos piensan que la plenitud de la vida pasa por alcanzarlo. Hay, sin embargo, en el uso de esta palabra algo que se puede denominar la ley del flatus vocis: Cuando una palabra empieza a  cobrar fuerza y moda de tal manera que un número cada vez mayor de personas la dicen, lo más probable es que la mayoría de esas personas no sepan lo que dicen. Sucede con la palabra libertad, con la palabra dignidad, con la palabra democracia y, también, con la palabra éxito. Es decir, no es que estas palabras sean equívocas, sino que son vacías, han sido vaciadas de su sentido.

Así pues, ¿qué estamos entendiendo por éxito? Chesterton señaló que se puede tener éxito en lo que sea, con la única condición de que se lo haya uno propuesto como objetivo: el suicida tiene éxito en quitarse la vida, así como el ladrón puede realizar un robo exitoso. Quizá los ejemplos puedan parecer algo descabellados, pero revelan la esencia de lo que se oculta tras muchos discursos sobre el éxito: la pura eficacia.

La acción exitosa es aquella cuyos resultados coinciden con las intenciones que tenía el sujeto actuante, a mayor coincidencia, mayor éxito. Así, se suele hablar de éxito rotundo cuando se da una coincidencia perfecta entre los resultados y las intenciones (o cuando estos son superados por aquellos). Cuando no se da esta coincidencia, cuando no se logra lo buscado se suele hablar de fracaso.

EL FRACASO DEL ÉXITO

La lógica de estos discursos del éxito estarían más o menos así: hay que buscar el éxito (eficacia de la acción) y evitar el fracaso; y si se cae en un fracaso, hay que aprender de ellos y corregir. Todo eso está bien y es muy bonito y útil; sin embargo, a mi parecer entraña un problema: el éxito tiene un cierto carácter de finalización, por eso todo éxito resulta engañoso en la medida en que pretende colocar un punto final a una existencia que aún continúa. A la larga, toda persona que se deje deslumbrar por el éxito, corre el peligro, allende la alegría propia del éxito, de encontrarse en una existencia sin rumbo, paralizada, en donde el tiempo transcurre como pérdida precisamente porque se piensa que se ha concluido todo. Es el dormirse en los laureles contra los que la sabiduría popular advierte.

Perder el tiempo, no aprovecharlo en el propio crecimiento, no es un fracaso más, sino que es quizá el más grande de los fracasos, al que San Agustín comparaba con el perecer, porque comportaba un cierto estado de muerte: la inactividad que supone la paralización de toda actividad humana por renuncia (pasotismo) y, por ende, la finalización por atrofia de la creatividad y el crecimiento personal. Este es un fracaso del que no cabe aprender, corregir y por ende continuar.

Se puede pensar que este fracaso por inacción se evita iniciando una nueva acción, un nuevo proyecto después del éxito obtenido en el anterior. Culminada la secundaria, uno puede dar inicio a estudios universitarios o ingresar al ejercito, o seguir una carrera técnica… Terminado un negocio se piede iniciar otro. La vida se torna en una suma de proyectos: a cada proyecto le sucede otro, pero no necesariamente le continúa, diluyéndose la vida en una serie de etapas inconexas. A veces me pregunto si detrás de esa hiperactividad -creo que la llaman proactividad- del mundo de hoy: adicción al trabajo, al gimnasio, al trabajo y al gimnasio… no se encuentra el temor a pararse un rato a pensar en la propia existencia, a descubrirse en un estado de dispersión.

Por otra parte, el éxito entraña otro problema: el de las consecuencias imprevisibles. No me refiero a cualquier consecuencia, sino a aquellas que son capaces de convertir el mayor de los éxitos en un fracaso. Pienso, por ejemplo, en el caso de Otto Hahn, físico atómico inventor de la fisión de átomo de uranio que hizo posible la bomba atómica, quien al enterarse que un artefacto atómico había arrasado un ciudad japonésas, intentó suicidarse. Este nuevo tipo de fracaso no tiene nada que ver con la eficacia de una acción, ni con la eficacia en sí misma (¿la bomba atómica no era la prueba objetiva de la eficacia de sus investigaciones?) Es el fracaso de toda una vida, como lo revelaba la desoladora confesión de Hahn: «Acabo de advertir que mi vida en conjunto carece de sentido. He investigado por puro deseo de revelar la verdad de las cosas y el saber teórico acaba de convertirse en poder aniquilador».

MÁS ALLÁ DEL ÉXITO

De lo dicho se puede distinguir, y sin pretensión de exhaustividad, tres niveles de fracaso: el fracaso en el plano de la eficacia, el fracaso en el plano de la vida, y el fracaso en el plano de la existencia. De estos tres fracasos, solamente el primero se vive actualmente como el mal que es, los dos restantes exigen un estado del espíritu demasiado refinado para ser detectados en su condición de mal, pasando para la mayoría de la gente desapercibidos o, a lo mucho, como alteraciones psicológica. De hecho han llegado a imponerse como modos aceptables de vida.

El fracaso en el plano de la vida es la vida que no se logra, la vida que se dispersa en el tiempo sin que la persona pueda unificarla y hacerla suya. La persona que no se gasta en el tiempo, es la que logra hacer del tiempo su tiempo, que lo aprovecha para crecer. Crecer es ganar tiempo, dice Leonardo Polo. Y el crecimiento que vence el tiempo es el crecimiento en lo inmaterial que hay en el hombre: la inteligencia y la voluntad, la adquisición de virtudes. La vida lograda es la vida virtuosa. Desde esta óptica todos los demás proyectos se unifican: todos mis exitos deben apuntar a mi crecimiento personal, deben ser armónicos con dicho crecimiento o de lo contrario son espejismos.

Esta búsqueda del crecimiento personal no tiene nada que ver con la búsqueda individualista del propio bien. Dado que el hombre se caracteriza por coexistir, su crecimiento personal no es un crecimiento en solitario. Desde su nacimiento, el crecimiento del hombre se caracteriza por necesitar de los demás. Y en el plano de las virtudes, estas se viven en relación con los otros. La búsqueda de mi bien está ligada a la búsqueda del bien de los demás. Un bien en solitario, si es que no es imposible, es por lo menos sospechos.

La vida virtuosa, sin embargo, se enfrenta con un límite: la virtud vence al tiempo pero lo vence desde dentro, y el tiempo se acaba. ¿Qué importan los logros de la vida si nos espera la muerte? Este problema puede ser formulado de otra manera, volviendo al testimonio de Otto Hahn: ¿Qué importan los logros de la vida si detrás de cualquier esquina puede aparecer el mal radical? Muerte, injusticia, opresión, violencia… todo eso no es más que el mal. Si la vida se acaba con la muerte, ¿es el nihilismo la respuesta? Pero la nada, no responde nada.

SER ALGUIEN

Sábato, en uno de sus primeros libros, reconocía que si no se acepta la existencia de Dios, la alternativa que queda es el nihilismo. Ante su dificultad de aceptar la existencia de Dios, trataba de abandonar el nihilismo planteando que el sentido estaba en la búsqueda humana. Pero una búsqueda que no encuentra es en el fondo trágica. Seríamos como los personajes de Esperando a Godot, una espera trágica dado que no hay nadie esperado, a pesar de que todo parezca comedia y felicidad. En uno de sus últimos libros, Sábato, habla de la necesidad que tiene el hombre de absolutos, pero unos absolitos a nuestra medida, acota.

¿Pero no es paradójico hablar de absolutos a la medida de nosotros, dado que nosotros no somos absolutos? Más que paradòjico, esta afirmación encierra una fructífica verdad: la existencia del hombre es una apertura a lo divino. Desde lo más material de su ser, como puede ser su cuerpo: piernas, brazos, ojos… el hombre se ha arrodillado y ha elevado la vista al cielo en busca de Dios.

Porque la existencia humana está abierta a lo divino. La plenitud humana es el encuentro con Dios, en auqel yo-TÚ del que hablaba Buber o Ebner. Precisamente, el fracaso de la existencia es aquel que no logra abrirse dialógicamente a Dios, pues solo Él puede revelarnos el sentido pleno de nuestra existencia. Sentido que no se agota con saber para qué hemos sido puestos en la tierra -pues nuestra existencia trasciende esa vida- sino ante todo conocer ¿quién soy?

Dicha pregunta apunta a lo nuclear en la persona. No se trata de lo que uno hizo o de sus facultades: ¿soy yo acaso únicamente inteligencia o voluntad? ¿Es mi persona esa alegría o esa tristeza que  de cuando en cuando me asaltan? A veces perdemos de vista esto y creemos que somos nuestra inteligencia, y andamos pavoneándonos con nuestros logros intelectuales, o pensamos que somos lo que hacemos y nos creemos hechos por nuestras acciones. O en el colmo del absurdo, renunciamos a nuestra persona y queremos ser otros, como tal actor o tal modelo, con el cuerpo de este o aquella.

El drama moderno, la desesperación como la llamaba Kierkegaard, estba en que el hombre siempre quería ser otro, en no aceptar quien es. De niños queremos ser supermanes, lo cuál no deja de ser simpático… pero de grande esa actitud adquiere un carácter trágico; pues no se busca saber quienes somos y qué podemos aportar de modod personal.

2 thoughts on “Sobre el éxito

  1. Aunque leí este post en la madrugada, no lo comenté porque no asimilé por completo todo lo que dices en él. Si bien lo entendí, siento que es como una carga de muchas verdades densas y juntas sobre las cuales es necesario pensar «con calma» para digerir. En ese momento, pensé que era inútil decir o agregar algo a lo que has escrito, pues me parece que no hay más que decir al respecto o al menos, en mi caso, siento que poco puedo aportar. Sin embargo, el tema o los temas, aunque básicamente sea uno el que motiva a la escritura de tu post, no dejó de rondarme el pensamiento y a mediodía, mientras escuchaba unas palabras sobre aquello que puede ser objeto de aspiración para los hombres, recordé tu escrito. Así llegué a pensar que el éxito no sólo tiene que ver con llevar a cabo las acciones planeadas para un fin, sino que el fin también lo determina, pues a veces, tal como creo que tú también lo haces ver, estamos haciendo cosas «exitosas», cuando en realidad son una pérdida de tiempo. Por eso, si bien creo que el éxito tiene que ver con la «aspiración», no es esta sin más, sino que se trata de aspirar a lo mejor, a lo más alto, ese lugar y ese «algo» que sólo lo ocupa y es Dios, aunque no siempre lo ocupe o sea en nuestras vidas, incluso estando «convencidos» de que es así. Entonces, podemos pensar que si todo lo que hacemos aspira a Él, es difícil considerar que no somos exitosos o que estamos perdiendo el tiempo, aunque claro está que los errores también son el pan nuestro de cada día y por lo tanto los «fracasos» también vendrán, si así se quiere considerar a las caídas… De cualquier manera, estaríamos aspirando a lo más alto y eso cuenta.

    Por otra parte, creo que una concepción del éxito vista desde un plano menos «terrenal» (limitado a decir verdad), sin duda que exige dotar la existencia entera de un sentido profundo y en cierto modo está directamente relacionada con la felicidad. Por esto, si con en el post anterior hablaste de la vocación y terminé pensando en la felicidad, con este me pasó lo mismo.

  2. El exito y el fracaso los dos platos de la balanza de la vida, quien equilibra esta balanza para no sentirse abrumado y perdido por el exito o el fracaso… solo quien te ama y te da todo su amor, ese amor que no emborracha ni engaña… ese es el amor divino el que busca equilibrarte con vountad e inteligencia… el terrenal te abruma y te pierde…

    Cual trabajo de fina filigrana vamos por la vida derrochando verdad y lisura, constrruyendo nuestros exitos o tejiendo mlignamente nuestros fracasos carentes de verdades y valores… no enfrentarse por el temor a ??????… que hacer para ser… ?????

    Como dices el exito esta en el ser y parecer… en decir y hacer… mucha gente se cree exitosa por sus discursos pueriles y una vida disfrazada y forzada que buscan mantener lo «ganado» y van por dentro cargando su soledad con una careta de exito…HAY EXITO DE EXITOS… SI ME DEJARAN HABLAR SIN MAQUILLARME… TE ASUSTARIAS DE LO QUE HAY DENTRO DE MUCHOS ….

Comments are closed.