Cucufatería

Decía Kierkegaard que resultaba fácil predicar el cristianismo a personas no cristianas, lo difícil, lo que él veía como el reto espiritual de su época, era predicar el cristianismo a gente que ya se cree cristiana, que ha reducido el espíritu cristiano ha ciertas formulas y creencias, que ha hecho de la religión una institución y piensa que ser cristiano es solamente ir al templo a misa, confesarse y comulgar. A esa reducción del espíritu religioso a formulas, a letra carente de espíritu, se le suele llamarse cucufatería o beatería.

“La beatería -decía San Josemaría- no es más que una triste caricatura pseudo-espiritual, fruto generalmente de la falta de doctrina, y también de cierta deformación en lo humano: resulta lógico que repugne, a quienes aman lo auténtico y lo sincero.” Porque lo auténtico y sincero es que lo religioso religue al hombre con Dios, con un Dios concreto y personal que se ha hecho hombre y ha asumido nuestra condición por amor. No es esta una religación puramente subjetiva como quieren verla ahora muchos, tiene su lado objetivo: la religación con Cristo se hace por medio de la Iglesia y de los sacramentos, pero estos son medios para la religación no la religación en sí misma. El fin no es comulgar, sino encontrarse con Cristo en la comunión.

Pero existe también una dimensión subjetiva de la religación, en la cual la gracia se infunde en el sujeto que se religa, y la asume como su vida, como aquel ya no soy yo quien vive sino Cristo que vive en mi. Toda acción buena surge de esta religación, por la cual el espíritu humano se ve urgido a la bondad, no solamente en un pasivo no hacer el mal, sino en un urgente deseo de hacer el bien, de trabajar por el bien más grande acá en la tierra, y este es la persona. Surge de allí el propósito de ser alter Christus, ipse Christus; “el propósito de no juzgar a los demás, de no ofender ni siquiera con la duda, de ahogar el mal en abundancia de bien, sembrando a nuestro alrededor la convivencia leal, la justicia y la paz.” (San Josemaría)

Cuando no se respeta a la persona, cuando en nombre de una mala entendida evangelización o proselitismo, se le humilla en una falsa corrección fraterna, se hace escarnio de ella (confundiendo el pecado con el pecador), se les difama o calumnia, erigiéndose uno en juez de lo moral, termina uno haciendo de abogado del diablo; y se deja abierta la puerta para el escándalo de los sencillos, para que se acuse al cristianismo de generar un clima poco humano, de ser causa de conflicto e hipocresía. Viene bien recordar aquel punto de Camino: “Cállate. —No me seas «niñoide», caricatura de niño, «correveidile», encizañador, soplón. —Con tus cuentos y tus chismes has entibiado la caridad: has hecho la peor labor, y… si acaso has removido —mala lengua— los muros fuertes de la perseverancia de otros, tu perseverancia deja de ser gracia de Dios, porque es instrumento traidor del enemigo.” (San Josemaría)

No sin cierta razón, muchos detractores de la religión han acusado a esta del atraso que se vive en latinoamérica; y no les falta razón si caemos en la cuenta de que más que religiosidad lo que hemos tenido es cucufatería. Decía José Carlos Mariátegui, respondiendo a la verborrea anticlerical de J.L. Bustamante: “Creo que lo que nos pierde precisamente, querido Bustamante, es nuestra falta de capacidad religiosa. Lo que tenemos en el Perú es abundancia, superabundancia de cucufatería, cosa muy distinta de la religiosidad. Cualesquiera de nuestros mulatos que van inefablemente a las procesiones del Señor de los Milagros, con sus uniformes, y vuelven a sus casas en busca de picantes y de orgía, no tiene nada que ver, querido amigo, con la religiosidad de Teresa de Ávila o de Francisco de Asís…” Podría añadirse en esta lista a Catalina de Siena, quien cuenta, al inicio de su Diálogo, que al ver la situación difícil en que se encontraba la Iglesia en su época, tomó conciencia de que la causa era los pecados de los hombres, y los suyos en primer lugar.

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4 thoughts on “Cucufatería

  1. El problema empieza cuando la Iglesia no predica la Palabra de Dios sino la de hombres, cuando sustituye el ejemplo perfecto de Jesucristo por el de santos y beatos cuyas vidas están distorsionadas por la leyenda y la imaginación, cuando enseña a venerar reliquias en vez de enseñar lo que Jesús enseñó y practicó. Cuando la Iglesia enseñe la Biblia y muestre cómo aplicar su consejo en cada día, en cada decisión, la cucufatería remitirá y emergerá la verdadera espiritualidad, porque el cristianismo no es una fórmula sino una manera de vivir.

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