Acaba de salir el número Dieciseis de la revista Persona, publicación editaba por el Instituto Emmanuel Mounier de Argentina. Entre los diversos textos que trae este número, viene incluida la ponencia que presenté en el I Encuentro Iberoaméricano de Personalismo Comunitario: El Existencialismo Agustiniano de Víctor Andrés Belaunde como Personalismo.
Aprovecho la ocasión para difundir las conclusiones de ese I Encuentro de Personalismo.
1- Siendo uno de los primeros cometidos de este I Encuentro Iberoamericano de Personalismo Comunitario buscar integrar las instancias teóricas que el pensamiento personalista propone con las prácticas personales y comunitarias en América Latina, una primera conclusión importante fue el destacar en las distintas exposiciones el valor de la coherencia entre lo que se propone a nivel teórico y lo que se hace en la praxis, equilibrio de suyo intrínseco al planteo personalista pero sin cuya visible puesta en acto seríamos poco creíbles. Es necesario para ello trabajar en comunidad para superar el miedo a enfrentarse a un medio cultural bastante adverso y tener el coraje de pasar de la convicción al compromiso de la acción.
2- El ejercicio del diagnóstico para conocer la realidad sobre la que los personalistas debemos actuar, fue otra de las notas características de las ponencias. Se insistió en la acuciante problemática socioeconómica y medioambiental provocada por el modelo de desarrollo neoliberal que funda sus axiomas en el mero individuo y su derecho a acumular desvinculados de una ética con base en la persona. Este pobre sustento antropológico, individualista y materialista pero fuertemente consentido, explica perfectamente las directrices de la política económica mundial regidas por las organizaciones intergubernamentales que consideran como único viable al actual “modelo de desarrollo”. Las hambrunas, la pobreza, la desocupación, la educación deficiente por falta de medios económicos, la falta de atención sanitaria como realidad cotidiana en amplios sectores marginales de América Latina, y todas las demás severas desigualdades que agobian a la región, reclaman con urgencia una propuesta económica que realmente apunte a una equitativa y sustancial mejora en las condiciones de vida de todos los hombres y mujeres del planeta.
3- El personalismo está llamado a responder propositivamente ante la injusticia resultante del modelo económico vigente. Los especialistas de la economía convocados hablaron de la necesidad de una “economía de rostro humano” mostrando que es viable una salida real a los angustiosos problemas de América Latina siempre y cuando haya una convicción personalista de base y un trabajo conjunto y perseverante de los sectores dirigentes hacia el diseño de las estrategias políticas y socio-económicas que privilegien a los sectores más desprotegidos y desposeídos. Los trabajos en este campo se caracterizaron por su alta calidad y presentaron un camino esperanzador sobre el sustento de la gerencia social con base en valores y la participación comunitaria en serio, alentando un futuro de nuevas políticas sociales de fuerte compromiso con la dignidad y el valor incuestionable de las personas.
4- En cuanto al desafío del personalismo frente al estado actual de la cuestión bioética y la forja de una cultura de la persona, los ponentes que trabajaron el tema insistieron en el diálogo serio entre ciencia y filosofía como preludio de la reconstrucción de una cultura que priorice los valores fundamentales de la vida, base fundamental de nuestra civilización. “La guerra, el terrorismo, la pena de muerte, el aborto, la eutanasia, la tortura, la manipulación genética que juega con la vida y la cosifica, etc., son variantes de la barbarie que harán más bárbara a las sociedades que las racionalicen o que las legalicen”. Es notorio que la perversión y la manipulación del lenguaje entra hoy en connivencia casi natural con ‘viejas nuevas formas’ de violar el derecho a la vida, llamando ‘interrupción del embarazo’ al aborto o ‘salud de la raza’ a la eugenesia y manipulación genética, por dar sólo algunos ejemplos, razón por la cual resulta ineludible el “trabajo de limpieza y esclarecimiento” que nos cabe como intelectuales personalistas. En momentos en que la confusión ideológico-discursiva y la ausencia o tergiversación de los valores inherentes una cultura de la vida hacen peligrar la intrínseca estructura ético-antropológica de las personas en su pertinencia comunitaria, se torna imprescindible la perspectiva del personalismo comunitario que deberá esforzarse por arrojar luz sobre los conflictos, deberes y derechos que las cuestiones relativas a la vida humana plantean al mundo globalizado actual, y por ende, al quehacer de cada una de las personas de nuestra sociedad, tanto en la esfera pública como en la privada.
5- Fue sin duda un acuerdo tácito pero central de este Encuentro el reconocimiento absoluto de la condición relacional y amorosa de las personas como núcleo de verdad a partir del cual se funda todo el pensamiento personalista contemporáneo: el “yo” sin el “tú” termina diluyéndose y enfermando hasta el punto de ser una “casi ausencia”, pues el yo llega a ser yo en el tú, “al tuificarme soy”. Y por ello, la obligación fundamental de la persona es responsabilizarse por el que más sufre aunque no sea éste el que más se quiera, mandato que debe cundir en la sociedad como esencia de su finalidad: el bien común. La idea falsa de sí comienza cuando nos desentendemos del tú, cuando en las sociedades y en la cultura adviene la locura es un yo sin tú, origen del peor individualismo. El reto es permanente y nadie dice que sea fácil el vivir bajo este signo, como lo advierte Mounier en este texto de 1935 de inigualable actualidad: “Creo ir hacia otros hombres, y yo voy hacia desconocidos poblados por mis fantasmas. Creo que me interesa el otro, que tengo piedad de él, que soy indulgente con él, pero me inclino sobre mí mismo, lloro sobre mí, me doy a mí mismo absoluciones tranquilizadoras. (…) Unos buscan este espejismo en los partidos. El vínculo social, entre ellos, es el deseo de gustar a los demás” (Revolución personalista y comunitaria).
6- Otra importante conclusión se consolidó hacia el final del Encuentro y tiene que ver con la pérdida del camino interior. A diferencia de la cultura del confort y el relajamiento que los mass media pregonan a diario como ideal de vida o estándar de vida exitoso que es necesario alcanzar a cualquier costo para no sentirse ‘fuera’ o ‘menos’, la acción personalista debe buscar los medios para que dar impulso a lo más original del ser personal que se encuentra precisamente en la tensión creadora de una vida sana, concentrada, y no en su relajamiento. Es necesario recuperar la tensión del recogimiento -que no es sinónimo de relax- y de una sana espiritualidad para restablecer el contacto perdido con uno mismo, de modo que se equilibren así nuestras tendencias hacia la dispersión, el aturdimiento y la confusión, que nos instalan cómodamente en la barbarie entendida como la “tiranía de los órdenes inferiores”. Ha dicho Gabriel Marcel que “el hecho dominante hoy sobre todos los demás… es que la vida ya no es amada, pues, en el fondo, nada se parece menos al amor a la vida que el gusto enfermizo por el gozo instantáneo… se ha roto cierto vínculo nupcial entre el hombre y la vida” (Los hombre contra lo humano). Nada de lo cual será posible, ni teórica ni prácticamente, sin aceptar la vida personal como don y gracia devenidos de un orden trascendente.
7- Las precedentes sumarias conclusiones pertenecientes al orden del discurso que el debate de los personalistas participantes arrojara, no tendrían sentido pleno si se quedaran en la mera hermenéutica retórica pues de la conciencia que ella genere deberá emerger el compromiso de la acción transformadora de la sociedad, proyectándose -en la medida de los talentos y las vocaciones personales- en la salvaguarda de los sectores más débiles, marginados y excluidos, pues un comportamiento personalista y comunitario no sería tal sin el testimonio del darse y la virtud de la disponibilidad gestoras de justicia. Consolidar como comunidad los valores supremos de ciudadanía y de humanidad que todos conocemos -la libertad, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, la paz, la justicia-, será factible sólo a través de su encarnación en virtudes, valores hechos vida y hábito, que se logran educando con la idea y con el ejemplo. Para lo cual es necesario, antes que nada, dar cumplimiento al mandato personalista de “conversión” del propio corazón que exige depositarlo en el corazón comunitario. La trasformación real deberá hacerse desde la propia razón cordial y sólo desde ahí se podrá aspirar a la revolución personalista y comunitaria, que deberá ser no sólo espiritual sino económica y estructural. Sólo desde este humus personalista configurado por el impostergable orden del amor será posible labrar con firmeza la esperanza de los pueblos.