Juan Manuel Burgos, filósofo español y presidente de la Asociación Española de Personalismo, publicó el año pasado el libro Reconstruir la Persona: Ensayos personalistas. En esta obra continúa sus estudios generales sobre el personalismo, que había empezado con El personalismo: autores y temas de una filosofía nueva, donde intentó definir qué sea el personalismo y cuáles son sus notas características; y con su manual Antropología: una guía para la existencia en el que intenta sistematizar una antropología personalista. El objetivo de su última obra es poner en diálogo al personalismo con algunos problemas contemporáneos, con la finalidad de reconstruir la persona, que se ha visto fragmentada, en la postmodernidad, “en múltiples retazos inconexos que impiden que podamos dar un sentido y significado integrales a la vida humana”.
El libro recoge distintos ensayos, algunos ya publicados otros inéditos. En el primer ensayo, El Personalismo Hoy, intenta establecer qué es el personalismo, “cuál es su grado de densidad filosófica y cuál es la situación de la filosofía personalista hoy en día, particularmente en España” (p. 13). Este primer ensayo es una apretada síntesis de lo que ya había expuesto en su libro “El personalismo: autores y temas de una filosofía nueva”, en el cual, después de un recorrido histórico para definir qué fue el personalismo como fenómeno histórico, señala las notas esenciales de esta corriente filosófica. Resalta como valioso para el esclarecimiento de la esencia del personalismo, la diferencia que establece entre el personalismo que surgió en Francia alrededor de Mounier, de aquellos otros personalismos no ligados estrictamente a Mounier ni a la revista Esprit.
Sin embargo, los alcances de esta distinción se ven opacados cuando Burgos afirma que el personalismo “tiene una estructura y un sistema de conexión de conceptos propio y original, que se forja, a partir y en conexión con Mounier, en el marco mental y filosófico del siglo xx” (p. 25). Esta afirmación imposibilitaría el considerar como personalistas a pensadores tales como Scheler, Stein, Buber, Ebner, Rosenzweig, dado que es difícil poder sostener que ellos hayan estructurado sus pensamientos “a partir y en conexión con Mounier.” (Tanto Ebner como Scheler, por citar solo dos, murieron antes de que Mounier publicara su primera obra referida al personalismo). Incluso para autores franceses próximos a Mounier como Maritain o Marcel, esa afirmación resulta errada. Cuando Mounier apareció en la escena intelectual francesa, tanto Maritain como Marcel ya tenían su pensamiento estructurado y madurado, es inaceptable pensar que alguno de estos autores deba algo en lo que respecta a la estructuración de su pensamiento o a los temas a Mounier, sino que es al contrario. Creo que se logra una mejor lectura del personalismo como fenómeno histórico desde lo que Carlos Díaz suele llamar el árbol del personalismo, en el cual Mounier ocupa solo una rama, de las múltiples ramas que han existido. Esto permite, por lo pronto, salvar la variada riqueza de los diversos pensadores personalistas, sin caer en contradicciones como en la que Burgos cae por falta de distinción, al sostener que el personalismo es una filosofía cristiana, a pesar de que tiene que reconocer que existen autores de origen judío.
En Varón y Mujer, la Persona como Ser Sexuado, emprende Burgos un diálogo entre el personalismo y las ideologías del género. Después de repasar el modo de tratar el tema que se da en el pensamiento tradicional y en las teorías del género, presenta Burgos la posición personalista sobre el tema: “Iguales, pero diferentes (…). / El modo de tematizarlo antropológicamente se funda en tres puntos interrelacionado. En primer lugar la comunidad de naturaleza que iguala radicalmente a los varones y a las mujeres. (…) En segundo lugar, la desigualdad que los hace hombres y mujeres de manera radical. (…) Por último, hay un tercer factor que unifica a los anteriores, la modulación de la naturaleza humana.” (p. 56-57) Definida la novedad del enfoque personalista, procede Burgos a contrastarlo con el enfoque de las teorías de género, resaltando dos diferencias: “la primera es que, para el personalismo, se <<es>> hombre o mujer, no se <<deviene>> hombre o mujer como resultado de la cultura.” (p. 59) La segunda diferencia estriba en que mientras para “la teoría del género no está claro en qué se diferencian hombres y mujeres y a qué niveles antropológicos afecta esta distinción. Para el personalismo, por el contrario, esta cuestión es nítida: afecta a toda la estructura personal, desde las capas biológicas hasta las dimensiones espirituales.” (p. 61)
El tercer ensayo, Persona Versus Ser Humano: un debate ético, es una confrontación con la visión que de la persona tienes algunos bioéticos como Peter Singer, Engelhardt, Juan Carlos Álvarez, Harris, que coinciden en tener una visión actualista de la persona. Burgos centra su crítica a estas posturas sobre la base de dos argumentos: una incorrecta definición de persona; y la consideración de la potencialidad de las facultades del embrión. Termina Burgos este ensayo reconociendo que si bien la argumentación disponible es suficiente, puede potenciarse en dos direcciones: “1) Desarrollar una fenomenología de los procesos humanos que permita fortalecer conceptualmente la descripción del paso del embrión a persona adulta sin necesidad de recurrir explícitamente al concepto de sustancia. (…) 2) Elaborar un concepto sustitutivo de la sustancia capaz de superar críticas fáciles, como las de Locke, pero que mantengan la instancia fundamental: la permanencia en los cambios y la posibilidad de una fundamentación ontológica del sujeto.” (p. 94-95)
En el cuarto ensayo, Praxis Personalista y el Personalismo como Praxis, esboza una teoría de la acción personalista siguiendo la línea que sobre la praxis han establecido autores como Scheler y Wojtyla. Entiende la acción como una estructura bidimensional que opera a la vez transitiva e intransitivamente y a la que describe, siguiendo a Wojtyla, desde una clave metafísica, la prioridad del ser sobre la acción, y una praxeológica o ética, el destino personal de toda acción. La acción surge de la persona y se dirige hacia ella, en un sentido ético: hacia su bienestar. La praxis es por lo tanto un proceso circular que surge del ser personal y retorna a él modificándolo. Culmina el ensayo comparando la praxis personalista con las propuestas de praxis del aristotelismo y el marxismo. Este es, a mi parecer, el ensayo más flojo de todos los presentados en el libro, y muestra una de las dificultades del personalismo: su afán de ser una filosofía comprometida social y políticamente, le lleva a perder rigurosidad y precipitarse con afirmaciones insostenibles como: “La acción es siempre del hombre, verse sobre lo que verse, ya que no es otra cosa que la misma persona desplegando su energía transformadora. La acción, en otras palabras, nunca se puede distinguir radicalmente de la persona.” (p. 112)
Los Límites de la Analogía, el quinto ensayo, es de los más logrados. Intenta mostrar las deficiencias de la analogía para el estudio filosófico de la persona. El personalismo, en la medida en que intenta asir lo propio de la persona, debe descartar por insuficiente un método que se basa en resaltar lo común de varios entes. Propone Burgos, siguiendo a Wojtyla, utilizar el método fenomenológico, pero añade que “resulta necesario una utilización transfenoménica del método fenomenológico. (…) Se trata de realizar una ontología antropológica a partir del método fenomenológico y sin salirse de él.” (n. 22) El sexto ensayo, “Principios del Personalismo Social”, explica los dos principios de la relación persona-sociedad: 1) primacía social de la persona; 2) Deber de solidaridad por parte de la persona. Señala también el papel que el bien común, la obra común, y las sociedades intermedias juegan en la concepción social del personalismo.
En La Filosofía Personalista de Karol Wojtyla, se busca exponer genéticamente el pensamiento de este filósofo polaco, siguiendo su proceso intelectual y sus obras principales. Centra parte de la atención a intentar definir si Wojtyla es un pensador tomista o un fenomenólogo, donde concluye que “el modo adecuado de describir su pensamiento maduro es el de una filosofía o antropología personalista, fruto de una síntesis original del tomismo y fenomenología.” (p. 215) En Humanismo Cristiano y Personalismo, intenta esclarecer lo que sea el humanismo cristiano, describiéndolo como “la visión del hombre que tiene el cristianismo” (p. 230) y tratándolo de diferenciar de la antropología teológica. Establecidas las diferencias, se llega a definir el humanismo cristiano como “la exposición sapiencial-filosófica de la visión que el cristianismo tiene del hombre, de su estructura antropológica, de sus ansiedades, ambiciones, fracasos y esperanzas” (p.231-232). Se termina con la propuesta del personalismo como la vía adecuada para desarrollar este humanismo en el siglo XXI.
En el penúltimo ensayo, Las Convicciones Religiosas en la Argumentación Bioética, retoma el tema de la bioética. Analiza la valoración que algunos teóricos de la bioética dan a las valoraciones religiosas. Analiza la visión excluyente de Sábada, y las abiertas de Habermas y Rawl. Termina el libro con un ensayo sobre las dos visiones que mantuvo Maritain sobre el proceso de Secularización (Dos Visiones del Proceso de Secularización. Un análisis desde la Obra de Jacques Maritain) Según Burgos, Maritain sostuvo “dos posiciones relativamente diversas que coinciden, aproximadamente, con la tomista y la personalista” (p, 261), y que Burgos identifica con la sustentada en Tres Reformadores, que sería mucho más crítica con la modernidad y Humanismo Integral, que se muestra mucho más dialogante con el pensamiento moderno, e intenta continuar en lo que tiene de bueno.
Hay que destacar del libro su intento de colocar a la persona como tema central de los debates actuales (bioética, aborto, secularismo, género); y que esta –la persona- se entiende desde una perspectiva metafísica y no solamente científica, económica, utilitaria. Sin embargo, es de lamentar que en su intento de mostrar al personalismo como una filosofía original a tono con el pensamiento más actual, realice una crítica injusta contra la filosofía clásica, sobre todo con Tomás de Aquino y Aristóteles. No se le puede criticar a Tomás de Aquino, un teólogo del siglo XIII, no haber entendido a la persona como se le entiende en el siglo XX. Mostrar la actualidad del personalismo contraponiéndolo con filosofías antiguas y no mostrando la rigurosidad de sus propuestas, es simplismo. El segundo lastre es que el personalismo está más preocupado por hacer una hermenéutica de los pensadores personalistas de mediados del siglo pasado, que de hacer una verdadera filosofía de la persona que continúe y amplíe la desarrollada por autores como Mounier, Marcel, Maritain, Wojtyla. Puede verse esto, por ejemplo, en el último ensayo donde –frente a los nuevos fenómenos de la secularización- después de haberlos descrito, se nos despacha por la afirmación de que “Maritain no se planteó estas cuestiones y, por lo tanto, tampoco ofrece solución.” (p. 296) Si esta va a ser la actitud de los nuevos personalistas, entonces hemos de reconocer lamentablemente que el personalismo como filosofía murió con los grandes personalistas.
Juan Manuel BURGOS, Reconstruir la Persona: ensayos personalistas. Madrid: Biblioteca Palabra, 2009, 299 p.