Verdad y Método

El futuro de la sociedad depende de tres comunidades: la familia, la empresa y la universidad. La primera, como célula de la sociedad, se encargaría de la formación integral de la persona; la segunda, de la generación de riquezas necesarias para el bienestar; y la última, de la ampliación de los conocimientos que toda sociedad requiere. La universidad se encargaría –paralelo a su misión formadora- de garantizar nuestra mayor adquisición de verdades.


 
La verdad sería el objetivo final de la universidad, y de allí su rol investigador en la sociedad. Sin embargo, muchas veces el no entender lo que sea la verdad, ha llevado a que la misma universidad ponga freno a su misión. Quizá en medio de nuestra labor universitaria, sería conveniente detenernos a reflexionar sobre qué es la verdad.
 
Lo primero que hay que decir es que la verdad no es real. A veces nosotros pensamos que la verdad es real y que la realidad es verdad; pero esto es hegeliano. La verdad no es más que la realidad captada por la mente; o como solían decir los clásicos, la adecuación de la mente con la realidad. «Tomás de Aquino dice: “en una mosca hay más realidad que en la mente de todos los filósofos”. Aparte de otras consideraciones, en la mente no hay realidad; lo que hay es intencionalidad. La realidad de la mosca está en la mosca. En mi mente la mosca no está en cuanto tal. Pero está la verdad de la mosca». (POLO).
 
Verdad y realidad son dimensiones distintas; pero que se relacionan. La verdad no es real; pero la realidad es el fundamento de la verdad. Yo poseo la verdad cuando mis ideas se adecuan a una realidad; de lo contrario mi pensar es pura gimnasia mental. Mi verdad nunca es total, es siempre parcial; porque depende del método que utilice para alcanzar la realidad. Cada método me permite conocer parte de la realidad, alcanzar un tipo de verdad; pero dejo otra mucha realidad sin conocer. Siempre cabrá la posibilidad de conocer más de la cabeza de una mosca.
 
Por lo tanto, el conocimiento de la verdad supone un método. Muchas veces caemos en el error cartesiano de suponer que un método –el matemático- es válido para toda la realidad; pero ya Aristóteles había sostenido que “no debe exigirse rigor matemático en todo.” Cada realidad exige un método distinto; por lo tanto la pluralidad de métodos a la hora de buscar la verdad es la postura más sensata. Pretender que un solo método nos permitirá alcanzar toda la verdad es creerse poseedor del método de métodos, cosa solo posible en Dios.
 
No somos Dios, nuestros métodos son limitados. Conocer el límite de nuestro método, nos permitirá abandonar su limitación e ir en busca de nuevas formas de conocer que nos abran a mayor campos de realidad.