Acabo de encontrar en el inteernet un texto que redacté para el curso de teodicea. Nos habían pedido hacer un análisis de la evolución -a nivel intelectual- de un converso. Yo elegí a Nathanson, el denominado rey del aborto. Leo el trabajo y me causa mucha gracia, carece del más mínimo análisis, es decir, no cumple con lo que se pedía. Mis maestros eran muy condescendientes conmigo. Sin embargo, me atreveré a colocarlo acá, como ejemplo de lo que no debe ser un trabajo universitario (sean comprensivos, estaba en 3 ciclo -2 año-de comunicación y 1 de filosofía).
INTRODUCCION
“Grande eres, Señor, y laudable sobremanera; grande tu poder y tu sabiduría no tiene número. ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre que, vestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tu mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (S. Agustín)
Con esta oración San Agustín da inicio al relato de sus confesiones, obra en la cual el obispo de Hipona examina su vida en presencia de Dios y descubre una necesidad de Absoluto, cuya satisfacción conduce al hombre a su plena realización. Esta verdad se torna más evidente en un mundo como el actual, donde el hombre apuesta por todos los avances logrados para satisfacer sus ansias de felicidad; sin embargo, no logra ser feliz. El fracaso del mito del progreso ha hecho que la humanidad pierda el rumbo y, al quedarse sin brújula, está adoptando una mentalidad presentista que muestra indicios de ser suicida. (drogas, aborto, eutanasia…)
S.S. Juan Pablo II describía esta situación en su primera encíclica Redemptor hominis, cuando afirmaba que el hombre puede construir un mundo sin Dios; pero este mundo acabará por volverse contra el hombre. Así pues, nuestra realidad puede agravarse hasta convertirse en un fiel reflejo de aquello que se dice en el libro de la Sabiduría:
“Pero, no contentos con su error de no conocer a Dios, viven los hombres en una espantosa ignorancia, ¡y a tan terribles males llaman paz! Practican ritos en los que matan a niños, celebran cultos misteriosos o realizan locas fiestas de extraña ceremonias; no respetan ni la vida ni el matrimonio, sino que un hombre mata a otro a traición o lo hace sufrir cometiendo adulterio con su esposa. Todo es confusión, muerte, asesinato, robo, engaño, sobornos, infidelidad, desorden, juramentos falsos, confusión de valores, ingratitud, corrupción de las almas, perversión sexual, destrucción del matrimonio, adulterio e inmoralidad. El culto a los ídolos que no son nada es principio, causa y fin de todo mal” (Sab. 14, 22-27)
Entre estos terribles males se encuentra el aborto, la eutanasia,… los cuales no sólo son permitidos por las leyes de algunos países; sino que se busca proclamarlos como derechos constitucionales inalienables. Sobre la base de esta mentalidad, muchas mujeres exigen la legalización del aborto por considerarlo un derecho que les asiste; y de esta forma pasa inadvertido el problema central del aborto: si el embrión es o no una persona. Así se inicia una deshumanización de la persona, fruto de su egoísmo. «Hemos puesto la sabiduría legal al servicio de las depravaciones humanas: tratando de eliminar a los decrépitos -que son nuestros padres- y a los intrusos -que resultan ser nuestros hijos-». A las puertas del tercer milenio nuestra civilización se ha mostrado tan criminalmente brutal como las antiguas culturas babilónicas, asirias, espartana. Hemos reemplazado a Moloc por la belleza del cuerpo, el bienestar egoísta, y continuamos sacrificando nuestros primogénitos, segundos y terceros. Con refinados métodos sabemos ser delicados en el asesinato y la sangre.
Sin embargo, al mismo tiempo se nota algunos grupos con síntomas de un despertar de conciencia y de respeto de la vida desde su concepción, defensa que se difunde a través de los movimientos pro-vida. Precisamente, los profesionales pertenecientes a estos movimientos han dedicado parte de su tiempo a la búsqueda de pruebas que demuestren que el embrión es un ser humano, una persona y merece respeto y derecho de vida. Una de las pruebas aportadas, y la que más impacto causó en la sociedad norteamericana, fue el vídeo “El grito silencioso”, en el cual se capta, gracias al ultrasonido, la reacción de un feto en el preciso momento en que es atacado por el instrumental abortista.
La persona que difundió el mencionado vídeo fue el doctor Bernard Nathanson, un ginecólogo que por años lucho por la causa del aborto y que, en los años sesenta, se rindió a las pruebas del ultrasonido y trabajo por la causa pro-vida. Ateo desde su juventud, Nathanson descubrió al Dios rico en misericordia a través de la acción pro-vida; se bautizó en la Iglesia Católica en 1997, y actualmente continúa su colaboración pro-vida. El presente trabajo busca -a través de la exposición de la conversión del Dr. Nathanson- desentrañar algunos elementos claves de la vida humana.
I. EL REY DEL ABORTO
Rusia propagará sus errores…
13 de mayo de 1917, tres pastorcitos se dirigen a la Cova da Iria, un lugar pedregoso cerca del pueblo de Fátima (Portugal). Estos niños son Francisco, Jacinta y Lucía; desde el mes de mayo han gozado del privilegio de poder ver a la Santísima Virgen. Ese día, como los 13 de los últimos dos meses, asisten a su cita con María; al llegar a una encina, y después de un relámpago y una luz intensa, los niños vuelven a ver a la Virgen. Al terminar la aparición los pastorcitos se retiran del lugar sin revelar a nadie lo que la Virgen les ha comunicado. Años más tarde, Lucía contará lo que María les pidió: «(…) Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado (…) Si se escucha mis peticiones, Rusia se convertirá y se tendrá paz. Si no, ella propagará sus errores por el mundo.»
Cuando se hablaba de “Rusia” en este mensaje, no se hacía referencia al pueblo ruso; sino que aludía a lo tiempo más adelante sería el régimen de los Soviets y sus dirigentes, que, por principio no admitían ninguna religión y no siempre respetaban los derechos fundamentales de la persona humana. Así podemos ver que uno de los puntos cardinales de los Soviets era la legalización del aborto; ya en 1913, Lenin exigía, en un artículo publicado el 16 de junio en la revista Pravda, “la abolición absoluta de todas las leyes que castigan el aborto”, pues, semejantes leyes indicaban la hipocresía de la clase dominante. Con la revolución de octubre de 1917, los Soviets asumen el gobierno de Rusia. Poco tiempo después, en 1920, se dará la liberación del aborto como un paso fundamental para obtener la emancipación de la mujer.
«En la década de los treinta se añadieron varios países escandinavos y posteriormente otros del Este de Europa, entonces bajo la dominación soviética, así como Japón. A partir de finales de los años sesenta se va permitiendo el aborto provocado -con más o menos restricciones, según los países- en el mundo occidental, aunque en muchas naciones sigue respetándose y protegiéndose el derecho de los no nacidos”. Es así como se inicia la degradación de la mujer, la familia y lo más trascendental la falta de respeto al derecho de nacer.
En 1969 se fundó en los Estados Unidos la Asociación Nacional por el Rechazo de las Leyes sobre el Aborto (National Association for Repeal of Abortion Laws, NARAL). Esta asociación reunía a todas las personas, movimientos e instituciones que se mostraban a favor del aborto, como por ejemplo los movimientos feministas. Los promotores de este grupo son Lawrence Lader y el doctor Bernard Nathanson; quienes descubrieron que compartían el deseo común de obtener la legalización del aborto libre para todas las mujeres embarazadas contra su deseo.
Bernard Nathanson: El rey del aborto
Nathanson fue cofundador de NARAL. Durante su época de residente en el Hospital de Mujeres descubrió que “al menos dos tercios de las mujeres” que llegaban “en ambulancias a urgencias… eran víctimas de abortos ilegales chapuceros…” Ante este problema sólo vio una solución efectiva: que el aborto sea practicado por profesionales de la medicina. Por eso enviaba a sus pacientes a lugares donde el aborto estaba permitido: Japón, Inglaterra, Puerto Rico (En este último -cuenta Nathanson- no estaba legalizado el aborto, pero los grandes ingresos que recibían los médicos les permitían sobornar a las autoridades). Sin embargo, se dio cuenta que esta no era una solución al alcance de todas las mujeres, por lo cual decidió luchar por la legalización del aborto en los Estados Unidos. Así se dio inició a una campaña llena de mentiras, manipulación de las estadísticas, y de ataque a la Iglesia Católica. Esta falta de ética tenía en Nathanson como raíz su ateísmo, el cual aflora en su juventud; pero se inicio en la niñez.
Familia
En su Carta a las Familias Su Santidad Juan Pablo II señala el “papel de una familia coherente con las normas morales, para que el hombre, que nace y se forma en ella, emprenda sin incertidumbres el camino del bien, inscrito siempre en su corazón”. Si la familia falla, las consecuencias afectan especialmente a los hijos. Se oscurece la conciencia moral, se deforma lo que es verdadero, bueno y bello, y la libertad es suplantada por una verdadera y propia esclavitud. Tal es la experiencia que vivió Bernard Nathanson. Criado en un ambiente familiar que sin faltar a la verdad se puede describir como falto de amor; creció en el seno de una familia aquejada de graves anomalías, desde dos generaciones antes, que marcaron su vida.
Joey Nathanson, padre de Bernard, nació en una familia judía. Su padre se suicidó cuando Joey era pequeño, hecho que lo marcaría hasta sus últimos días; su madre abandonó a sus tres hermanos para poder volver a casarse. La familia se trasladó a la comunidad Judía de Ottawa, que se caracterizaba por su rigidez religiosa. Cuando cursaba su primer año de universidad, Joey se reveló prácticamente contra el conjunto legal judío, argumentando que no había pruebas empíricas a favor de las limitaciones y restricciones impuestas por las normas alimentarias. Aunque renunció a su religión, esta continuaba siendo el eje sobre el que giraba su vida.
En el quinto y último año de universidad conoció a la que sería su esposa. Al año siguiente se casó con ella pensando en la dote para costearse unas prácticas de oftalmología en Inglaterra; nunca recibió la dote completa, por lo cual no pudo viajar a Inglaterra. Este hecho le creó un odio encumbrado hacia su esposa y la familia de ésta, que inculcó a sus dos hijos: Bernard y Marion, los cuales crecieron a la sombra del padre, y fueron receptores de todo el rencor que Joey guardaba a su esposa. Bernard, recordando estos episodios, escribiría en su autobiografía:
“Mi padre me denigró desde que tenía seis años con historias histriónicas de cómo mi madre y la familia de mi madre le habían timado y cómo, con halagos, (…) le habían llevado a un lamentable y triste matrimonio con una mujer mayor, menos inteligente, y menos cultivada que él (…) me llenaba los oídos de comentarios venenosos y decisiones revanchistas acerca de mi madre y su familia”
Este resumen es importante por que nos demuestra cómo los hijos tienen la base de su ser, en el calor maternal y paternal y el ejemplo de una familia; en un hogar lleno de odio como este, los hijos crecen llenos de confusiones. El resultado fue unos adolescentes envenenados contra su madre a la que insultaban, denigraban su inteligencia y aspecto; este comportamiento no era otra cosa sino la proyección del odio inculcado por Joey. Este aire que respiraba la familia Nathanson se manifestó muchas veces en riñas, falta de respeto entre ellos, e incluso en actos violentos. La preocupación de que Bernard estudiara en la mejor escuela de Nueva York y que, además, asistiera a la Universidad a seguir la carrera de medicina, no garantizaba la formación como persona; la educación moral impartida en el hogar dejaba mucho que desear. “…Se me había inculcado cierta moralidad hipocrática antigua. El respeto profundo que se debía a los que participaban en la educación de uno, y la integridad financiera era la piedra angular del arco de la moralidad”, afirma Bernard Nathanson en su autobiografía.
La misión educativa de los padres es esencialmente básica. No basta pagar las mejores universidades o colegios para garantizar la formación; los padres deben ser conscientes de que durante los primeros años son el ejemplo, el modelo de sus hijos. Ellos esperan todo de sus padres -incluso milagros-. Esta misión educativa alcanza su nivel más alto y trascendental en la educación religiosa: la familia es Iglesia doméstica pues en ella se aprenden los primeras verdades de la fe (que Dios existe, que nos ama, que podemos recurrir a Él en caso de problemas,…); por lo tanto, los padres responderán ante Dios por su labor de catequistas. Si los padres fallan en esta misión será más difícil que los hijos logren aprender estas verdades en otras partes. Pues si los padres -que son los modelos- no le dan importancia a la religión; ¿Cómo se espera que los hijos -que imitan a los padres- presten atención a estos temas?
Este descuido en la enseñanza de los temas religiosos es la uno de los factores que más influyen en el ateísmo de las personas como lo fue en el caso del Dr. Nathanson. Con esta educación moral tan laxa, que no tenía en cuenta lo que era diferente al hombre, la humanidad y el universo material, Bernard erigió su moral sobre la base de dos ideas: el pragmatismo -la verdad es la utilidad- y la moral del superhombre -el superhombre impone su voluntad, los mediocres la obedecen.
“…en ausencia de toda enseñanza sobre el orden moral interpersonal -salvo lo más burdo-; en la presencia de un desprecio de la ética en las relaciones con mujeres, precisamente con las mujeres, en la expectativa de que iba seguir ciegamente los pasos sangrientos de este hombre deformado y retorcido, iba tomando cuerpo dentro de mí un monstruo. El monstruo no reconocía nada salvo la utilidad, no respetaba nada excepto la fuerza de voluntad: ansiaba amor, y luego lo pervertía.”
Estos principios de moral inmanentes fueron las bases de su futuro ateísmo, el cual influyó en sus convicciones erradas y su toma de decisiones frente a los valores y principios religiosos y humanos. Al haber tenido una falta de orientación y cariño paternal, quienes con su actitud lo empujan a reforzar su ateísmo.
Religión
El hombre no es solamente un organismo material sino también espiritual, dotado de inteligencia y libertad por las cuales es movido a buscar las respuestas a los enigmas más recónditos de su condición humana. Esta búsqueda se ve muchas veces influida por factores sociales, políticos, culturales, familiares,…
En el caso de Bernard Nathanson, la situación familiar tan caótica, creada por Joey Nathanson (su padre), impidieron que Bernard se formara una sólida dimensión religiosa. Por eso escribe en su autobiografía: “No es que yo me hubiera construido todo un edificio de fe en mi interior […]: había demasiada malicia, conflictos, revanchismos y odio en la casa donde yo crecí”
Además del ambiente familiar, la educación religiosa recibida por sus padres le fue deformando poco a poco la idea de la religión, hasta llevarlo al ateísmo. La tibieza religiosa de Joey Nathanson manipuló la educación religiosa de sus hijos; pues, mientras por un lado se empeñaba en darles una buena educación religiosa; por el otro, se burlaba de todos los avances que hacían en el conocimiento de su religión.
“Casi tan perversa como la manipulación de mi relación con mi madre fue la manipulación de mi judaísmo. Hasta mi ceremonia de bar mitzvah, mi padre se empeñó en que asistiera al cheder (la escuela hebrea)… Infaliblemente, su reacción era poner en ridículo las enseñanzas de las que me había embebido por estricta disposición suya.”
Esta ambigua actitud religiosa paterna no sólo estancó la fe de los hijos; sino que terminó pervirtiendo y secularizando todas las actividades y fiestas religiosas que se realizaban en la familia Nathanson. Así, por ejemplo, las fiestas religiosas judías se convertían en días feriados en los cuales se podía pasar un rato agradable con la familia. Las ceremonias realizadas por la madre de Bernard quedaban reducidas, a causa de la desaprobación de Joey y la timidez con que las realizaba, a caricaturas. “[Mi madre] dirigía cada viernes por la noche una tímida y rebajada versión del servicio Shabbas tan breve y apologético (ya que el patriarca no lo aprobaba, y no vacilaba en hacerle saber sus sentimientos en esos aproximadamente cinco minutos, con audibles gruñidos y haciendo ruido con la comida que tenía delante) que era una caricatura de servicio religioso.”
Esta primera impresión que Bernard tuvo acerca de la religión, se fortaleció con el ambiente que encontró en su comunidad. Al entrar en contacto con la comunidad judía de Nueva York, Bernard encontró una realidad mundana que influyó marginalmente en su ateísmo. “Para los días judíos más sagrados (…), mi padre adquiría cumplidoramente entradas para que mi madre y él asistieran a los servicios. (…) Hasta la mitad de mi adolescencia (…) no empecé a preguntarme por qué la religión judía exigía la adquisición de entradas para adorar mientras otras religiones adoptaban el criterio de puertas abiertas. (…) comprar entradas con este fin tenía un dejo de considerar la religión como un espectáculo; o peor, como una mercancía un tanto indefinida.”
Otro problema de su comunidad, fue que presentaban la religión de una manera severa y aburrida. A los maestros les preocupaba que los alumnos supiesen las oraciones y preceptos básicos; sin importarles si el alumnado los entendía. “Su mayor preocupación [de los maestros] parecía ser lo rápido que éramos capaces de leer las varias oraciones en hebreo, y dos veces por semana orquestada concursos sobre velocidad… ¿Qué significaban las oraciones? ¿Cómo se traducían al inglés? Estas consideraciones periféricas no se consideraban importantes en las vertiginosas clases de Mr. Terman… [quien] compendió para mí la religión judía: severa, implacable y alienante.” Este problema de planteamiento es común a muchas religiones, en donde, por ejemplo, se enseña a los niños las oraciones de memoria, sin preocuparse de que comprendan que la oración es hablar con Dios, es establecer una relación íntima de encuentro con una persona real.
Las huellas que dejaron tanto su familia y su educación religiosa las resume Bernard en una frase: “… mi mundo interior era tumultuoso, tortuoso: sin fe, sin amor maternal…, y con un acopio considerable de fobias, fantasías y terrores.”
II. PIENSA EL NECIO: DIOS NO EXISTE
Lo expuesto hasta ahora puede dar pie a que se intente justificar la actitud de Bernard Nathanson, tanto en lo referente a su ateísmo como al tema del aborto. Es decir, alguien podría pensar que Nathanson hizo lo que hizo -y pensó lo que pensó- como consecuencia de la educación tan secularizada que recibió. Sin embargo, esta afirmación peca de ligera, pues no tiene en cuenta lo que se conoce por experiencia y que enseña la antropología filosófica: La libertad.
En la actualidad “libertad” es una palabra tan usada como poco entendida: envuelve cierta idea vaga muy fácil de entender; sin embargo, por la muchedumbre y variedad de objetos a que se aplican, son susceptibles de una infinidad de sentidos, haciéndose su comprensión sumamente difícil. Para poder aclarar la significación de este concepto es necesario retornar a la corriente del pensamiento clásico. El Papa León XIII, en su encíclica Libertas, decía que “La libertad (…) es propia (…) de los que participan de la inteligencia o razón, y mirada en sí misma no es otra cosa sino la facultad de elegir lo conveniente a nuestros propósitos, ya que sólo es señor de sus actos el que tiene la facultad de elegir una cosa entre muchas.”
Siguiendo a S.S. León XIII, podemos decir que la libertad es la facultad de elegir exclusiva de los seres con inteligencia. Luego, si el hombre es un ser inteligente, sus elecciones serán actos libres. Por tanto, no es aceptable afirmar que el ateísmo de Nathanson está determinado por la infancia que tuvo y la educación que recibió. Es decir, aunque la influencia de estos factores es grande, no suprime la libertad, ya que queda siempre un espacio para deliberar sobre los propios actos o para elegir la actitud frente a esos condicionamientos. En resumen: hay condiciones externas que influyen en los actos humanos. Sin embargo, no determinan su comportamiento, pues el hombre es un ser dotado de libertad. Por eso afirmamos que el ateísmo es una actitud producto de un acto libre por el cual se niega -o ignora- a Dios.
La raíz de un ateísmo
Como hemos visto en el capítulo anterior: la educación religiosa ocupó gran parte de la vida de Nathanson niño; sin embargo, al mismo tiempo era una actividad poco valorada por los padres de este. Por eso, como apunta en su autobiografía, se formó la idea de que la religión no tenía nada que ofrecerle, que era un lastre. A esta postura ante la religión contribuyó la deformación de la imagen que tenía de Dios; pues como el mismo cuenta: “La imagen de Dios que tenía de niño era… la figura amenazadora y majestuosa del barbudo Moisés del Miguel Ángel. Se deja caer pesadamente en lo que parece ser su trono, ponderando mi destino y a punto de vomitar su inevitable juicio condenador. Éste era mi Dios judío: masivo, leonino e imponente”
Esta imagen de un Dios tiránico llevó a Nathanson a ver en el ateísmo un acto de liberación (lo cual resulta coherente con la idea del Dios-tirano). Esta es la herencia de la “religiosidad” de su padre; es ante este “Dios” -y no ante el Dios de la revelación- que Nathanson se rebela. «Sin embargo, pensar que Dios es un rival del hombre o que su afirmación se opone a la dignidad humana, no tiene ninguna consistencia ante la experiencia humana del creyente auténtico que descubre su innata grandeza al sentirse relacionado con su Señor de quien es imagen y semejanza». Por lo visto hasta ahora podemos sacar como primera conclusión que el ateísmo del Dr. Bernard Nathanson tuvo su raíz principal en la descuidada educación religiosa y en la inadecuada exposición de la verdad sobre Dios.
Frutos del ateísmo
“Es inevitable -dice San Agustín- que quien desprecia las cosas divinas, estime en más de lo conveniente a las humanas, y que no sepa amar rectamente al hombre quien no ama al Creador del hombre”. Es decir, sólo la luz divina nos permite valorar rectamente a los seres humanos y sus cosas para no concederles más -ni menos- de lo que justamente reclama su condición. El ateísmo en el caso del Dr. Nathanson, y en todos los casos, conduce a la devaluación del género humano y/o a la auto-devaluación. Pues, o bien el hombre como individuo se autoproclama dios, o erige como dioses a realidades inmanentes (la materia, la sociedad, la raza,…) ante las cuales se somete.
«Así pues, la dependencia del hombre en relación con Dios es vital. Quien sustituye al Dios verdadero por uno falso, como ocurre cuando acapara nuestra atención cualquier ser creado, incluido el hombre mortal, la mente se oscurece y la alienación y despersonalización comienza a tener reinado. Por eso, la negación de Dios conduce a un narcisismo humano verdaderamente digno de lástima. Y en este caso el pecado habría atrapado de tal modo la verdad que la dignidad de la persona humana se hundiría en el caos más desesperante.»
Narcisismo egoísta y hundimiento de la dignidad humana condujeron al Dr. Nathanson al mundo del aborto. Sus primeros encuentros con él fueron los que realizó -o consintió- a sus novias. Era el comienzo de lo que sería casi toda una vida dedicada a la lucha pro-choice. Los hechos más importante de esta parte de su vida sería la fundación del ya mencionado grupo NARAL y la dirección de una de las mayores clínicas abortistas: El Centro de Salud Reproductiva y Sexual.
El detonador de estos acontecimientos fue un descubrimiento que hizo durante sus trabajos como residente en el Hospital de Mujeres. Nathanson lo relata con las siguientes palabras: “Los primeros meses como residente estaba sorprendido por la enorme disparidad en la proporción de abortos espontáneos entre las pacientes privadas del equipo médico (mínima) y las pacientes pobres de la zona alta (alta). (…), un simpático residente de mayor antigüedad me tomó aparte y me explicó lo que es la vida de la medicina: al menos dos tercios de las mujeres traídas en ambulancia a urgencias en plana noche, (…) eran víctimas de abortos ilegales chapuceros. Este era el problema: qué hacer con todas esas mujeres sumidas en la pobreza que todavía llegaban en ambulancia a nuestras urgencias sangrando abundantemente, con conmoción séptica, fallos cardiacos o incluso muertas. Esta eran las mujeres que necesitaban nuestra asistencia: en 1967, el aborto ilegal era la primera causa de muerte en las mujeres embarazadas.”
Estas palabras revelan un problema de gran magnitud que necesitaba una solución inmediata. Para Nathanson -imbuido en una mentalidad atea, hedonista y materialista- la respuesta a esto se encontraba en la legalización del aborto a voluntad a un precio tan bajo que estuviese al alcance de las más pobres, sin pararse a pensar en los más indefensos como son los no nacidos.
La Campaña NARAL
En esta época nació NARAL. Fundado por Lawrence Lander y Bernard Nathanson, esta asociación se ganó rápidamente la simpatía de los grupos feministas y de las “mentes liberales”, e inició una feroz campaña pro-aborto. “…era el momento adecuado. Algo misterioso pero decisivo había sucedido en la confluencia del asesinato de John F. Kennedy, el hundimiento tortuoso y lento en el cenagal de Vietnam, y la llegada a la edad de voto de la generación del baby boom -quizá la generación más mimada, consentida y políticamente ignorante (aunque bien educada) de toda la historia de la nación-. Estos elementos se fueron cociendo para dar lugar a una mezcla tan explosiva como la nitroglicerina y tan inestable como el quark. Un tsunami de antiautoritarismo inundó el país, trayendo consigo la cultura de la droga, la revolución sexual, la perniciosa filtración de la pornografía, el crimen violento, y la denigración despectiva de la religión. Temblaron certezas tan incuestionadas como la misma Constitución de Estados Unidos”
La “nación de Woodstock” se presentaba adecuada para que NARAL cumpliese sus objetivos. A través de un plan de trabajo minucioso: todo acontecimiento (desde lo político a lo deportivo) se analizaba bajo la perspectiva del aborto; se daban a conocer estadísticas falsas (elevaron falsamente el índice de muertes por aborto de 300 a 5000); se atacó a la Iglesia Católica achacándole cada muerte producida por abortos caseros. “…era el momento histórico perfecto para atacar a una autoridad senil con los ojos legañosos. [Lander] También captó que la autoridad debía tener una forma conocida, una figura discernible, una identidad clara y preferentemente nociva, y a ser posible con un pasado vergonzosamente malévolo al que apuntar. ¿ Y que mejor que la Iglesia Católica? Estaba manchada de sangre; había desterrado, torturado, roto y asesinado a millones de herejes y a sus seguidores. La Iglesia estaba entonces apoyando la guerra de Vietnam, en contra de la revolución sexual, denunciando la cultura de la droga, e ignorando el Movimiento por los Derechos Civiles. No se podía inventar una cabeza de turco mejor”
A inicios de los setenta el trabajo de NARAL sería coronado con el “éxito”. En 1973, El Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictaminó -en el famoso caso Roe vs Wade, que después se descubriría que se basaba en una mentira- la legalización del aborto a nivel federal en tanto que derecho constitucional inalienable.
Con la ley a su favor, el siguiente paso de Nathanson -y algunos colegas- sería la fundación de una clínica abortista: el Centro para la Salud Reproductora y Sexual. EL negocio se disparó de forma inmediata, en seis meses llegó a recibir 120 pacientes al día. Mientras el Dr. Bernard Nathanson ocupó el cargo de Director de la susodicha clínica, se preocupó por lograr una mejor atención a las pacientes: reemplazó el sistema de sueldo por pacientes al de sueldo por horas; despidió a los médicos con dudosos antecedentes y contrató a especialistas;… Al final de su etapa como director había logrado disminuir las muertes por abortos en su clínica.
Pragmatismo y Aborto
En toda su carrera como profesional del aborto, Nathanson actuó con criterios pragmatistas. A decir de él mismo, las medidas que adoptó ayudaron a solucionar el problema: ahora son menos las mujeres que mueren a causa de un aborto mal realizado. Sin embargo, lo único que logro fue una solución superficial del problema. Jamás se planteó si el aborto presentaba un problema moral, y por ende no le dio una verdadera solución al tema del aborto. Esto se debe a que una mentalidad pragmatista tiende a cosificar a las personas -en este caso la madre y el pequeño-. Al reducirlos a la calidad de objetos resulta fácil evadir el plantearse la licitud moral del aborto -y de cualquier problema-.
Dejemos en claro lo dicho anteriormente: la legalización del aborto no es la verdadera solución del problema; solamente es consuelo de “afligidas y liberadas madres” y solución de la incontinencia de los “machos fecundantes”. Solamente reconociendo la dignidad de la madre y del hijo -y actuando de acuerdo a esta- se podrá dar solución al problema del aborto. Un hombre como Nathanson -ateo, materialista y superficial- no podría descubrir la dignidad del no nacido. Sólo a través de la prueba del ultrasonido descubriría la dignidad del embrión.
III. AN DEUS SIT?
Intinerarium mentis in Deum
“El intinerarium mentis in Deum -según la formulación de San Buenaventura- emerge de lo íntimo del hombre, del interior de todas las criaturas, del análisis agudo del universo. Y puede realizarse en el contexto de los diversos tipos y grados de nuestro conocimiento del cosmos, desde el conocimiento primitivo hasta el científico, que con precisión maravillosa explora el mundo. Esto vale para cualquier conocimiento: desde la vinculación a la cosmología aristotélica, a la astronomía de Ptolomeo o a la moderna de Galileo; del que se basa en la física de Newton, o del que se funda en la teoría contemporánea de Einsten, etc.”
En este texto el entonces cardenal Wojtyla explica que el camino hacia Dios emerge del interior de las criaturas -de cada una en particular y de todas en general- pasa a través del hombre y lo conduce al conocimiento de Dios. Pues el hombre descubre lo que las criaturas son y descubre también su propio ser; los cuales le señalan la existencia de un fundamento trascendente que sostiene todo el cosmos visible. A esto se refería San Pablo cuando les enseñaba a los romanos que «Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediantre sus obras…». Este es el camino para llegar a Dios: de las obras al hombre; a la interioridad del hombre, a lo que hay de más autentica y profundamente humano, y de allí a Dios.
El análisis agudo del universo
Nathanson también tuvo su itinerario que lo condujo a Dios. Este camino -como lo explica el Cardenal Wojtyla- partió de una realidad y a través de él lo guió hasta Dios. Trataremos de mostrar cual es la realidad que impulsó a Bernard Nathanson hacia Dios. “Cuando, a principios de los sesenta, los ultrasonidos me mostraron a un embrión en el vientre materno, sencillamente perdí la fe en el aborto a petición.” Estas palabras del Dr. Nathanson relatan un momento importante en la odisea de su conversión. Sin embargo, el descubrimiento hecho con el ultrasonido no fue lo que lo llevó al catolicismo; sino que le llevó a reconocer en el embrión un sujeto con dignidad. La conversión no es una cuestión puramente racional. Como decía Newman a nadie le han convertido los argumentos; pues en este proceso también intervienen las “razones del corazón” de las que hablaba Pascal. La conversión es un acto del hombre entero.
El descubrimiento del ultrasonido -que en 1984 se daría a conocer en el vídeo El Grito Silencioso- lo alejó del mundo de los abortos y lo impulsó a la causa pro-vida. No tardó mucho en comprometerse con estos movimientos y empezó a viajar y dictar conferencias. Es a través de estos movimientos que descubre una realidad que lo disparará por la ruta hacia Dios. A través de sus viajes Nathanson descubrió la espiritualidad pro-vida que tiene su raíz auténtica en el concepto imperante de la inmortalidad del alma.
“Asistí entonces en 1989 a una acción de Operación Rescate contra Planned Parenthood en Nueva York. (…) La mañana del rescate era triste y fría. Me uní a la legión, de casi dos mil manifestantes, en el punto de encuentro de las calles 40s de Manhattan oeste (…). Se sentaron por grupos frente a la clínica, hasta llegar a bloquear las entradas y salidas de la clínica abortista. Empezaron a cantar himnos suavemente, uniendo las manos y moviéndose con un balanceo de cintura. Al principio me movía por la periferia, observando las caras, entrevistando a algunos de los participantes, tomando notas agitadamente. Fue sólo entonces cuando capté la exaltación, el amor puro en las caras de esa vibrante gente, rodeados como estaban por centenares de policías de Nueva York.
(…) Era, supongo yo, la diáfana intensidad del amor y la oración lo que me asombraba: rezaban por los niños no nacidos, por las embarazadas confusas y atemorizadas, y por los médicos y enfermeras de la clínica. Rezaban incluso por la policía y los medios de comunicación que cubrían el suceso. Rezaban los unos por los otros, pero nunca por sí mismos. Y yo me preguntaba: ¿Cómo puede esta gente darse a un público que es (y será siempre) mudo, invisible e incapaz de agradecérselo?”
La intensidad espiritual de esas manifestaciones conmovieron al Dr. Nathanson. Trató de comprender el comportamiento de los manifestantes: Como podía soportar insultos, atropellos, encarcelamientos. Entonces comenzaron las preguntas: “¿Por qué estaba yo también allí? ¿Qué me había traído a este lugar y esta hora? ¿Era la misma fuerza que les permitía sentarse serenamente y sin miedo en el epicentro del caos legal, médico, ético y moral”
Lo íntimo del hombre
Estas experiencias vividas en los grupos pro-vida hicieron que Nathanson volviese sobre sí mismo y empezase a considerar cuestiones que nunca se había planteado. Dejemos que sea Nathanson quien nos cuente su vía íntima:
“Me despertaba cada día a las cuatro o cinco de la mañana, mirando en la oscuridad y esperando (pero sin rezar, todavía) que se encendiera un mensaje declarándome inocente frente a un jurado invisible. Tras un período apropiado de frustrada prevención, me volvía para encender la lámpara de la mesilla de noche, tomaba la literatura que trataba del pecado (por entonces ya había acumulado una gran cantidad) y releía párrafos de las Confesiones de San Agustín (un alimento de primera necesidad) (…) San Agustín era el que hablaba de modo más completo de mi tormento existencial, pero no tenía una Santa Mónica que me enseñara el camino, estaba acosado por una negra desesperación que no remitía.
(…) Llegué a la conclusión de que sufría una aflicción del espíritu; el trastorno había surgido, al menos en parte, de un exceso de libertad existencial, y eso había creado una desesperación en la penumbra. (..)
(…), yo he pasado por toda la panoplia de remedios seculares: alcohol, tranquilizantes, libro de autoasistencia, consejeros. Incluso me he permitido cuatro años de psicoanálisis.(…)
La más intensa de las torturas humanas es ser juzgado sin ninguna ley, y el mío había sido siempre un universo sin ley. Santayana escribió una vez que la única dignidad verdadera del hombre está en su capacidad de despreciarse a sí mismo. Yo me despreciaba mí mismo. Quizá había llegado, por fin, al principio de la búsqueda de la dignidad humana. Había empezado a hacer un autoexamen serio (la vida examinada apenas había valido la pena vivirla) y había empezado a mirar a la cara al homúnculo de moral retorcida que se reflejaba en el espejo de mi autoexamen.
Y por primera vez en toda mi vida adulta, empecé a considerar seriamente la noción de Dios, un Dios que me había conducido inexplicablemente por todos los intrincados círculos del infierno, sólo para enseñarme el camino de la redención y la misericordia a través de su gracia. Mi pensamiento quebraba todas las certezas decimonónicas que había albergado hasta entonces; convertía instantáneamente todo mi pasado en una ciénaga de maldad y pecado; me enjuiciaba y me condenaba por gravísimos crímenes contra todos los queme habían conocido; y simultáneamente -milagrosamente- me brindaba un trémulo rayo de esperanza, al incrementarse mi creencia de que Alguien había muerto por mis pecados y males hace dos mil años.
(…) la búsqueda de Dios. Era también la búsqueda de la autenticidad en lo que era -para mí- una empresa revolucionaria.”
Nathanson torna a su hombre interior y busca en él lo que ha captado en los miembros de los grupos pro-vida. Después de juzgar el mundo exterior, su conciencia -aquel núcleo secreto y sagrario del hombre en el que está solo con Dios- inicia un examen de toda su vida. Se juzga con los nuevos criterios que ha adquirido de los pro-vida: espiritualidad, el amor a la vida, la inmortalidad del alma. Ante este proceso de la conciencia se descubre pecador; pero también se descubre llamado a la redención. A partir de este momento, la búsqueda de Dios se transforma en la búsqueda de la verdadera autenticidad: ser una autentica persona poseedora de dignidad. La búsqueda de Dios afirma a la persona en lo más trascendental que tiene: su espíritu inmortal. En realidad desconocer a Dios es desconocer al hombre. Y el verdadero conocimiento del hombre nos coloca en el camino del Dios-que-viene, del Dios-con-nosotros y en-nosotros recrea lo que el hombre ha malogrado con el abuso de su libertad.
El Nathanson de esta lineas busca reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás. Esto “presupone superar la ruptura radical que es el pecado, lo cual se realiza solamente a través de la transformación interior o conversión que fructifica en la vida mediante los actos de penitencia.” Al reconocer su condición de pecador, Nathanson da un gran paso en su camino de reconciliación con Dios; pues, no son posibles ni la reconciliación ni la unidad contra o fuera de la verdad.
No estamos solos
“Y es que tengo que arrastrar un peso moral tan grande hasta el otro mundo que no creer me condenaría a una eternidad quizá más terrible que cualquier cosa que pudiera vislumbrar Dante en su celebración pascual de la caída y la elevación redentora. Tengo miedo.
Aunque son grandes mis temores, ahora sé algo que antes no sabía. (…)
Ya no estoy solo. Mi destino ha sido dar vueltas por el mundo a la búsqueda de ese Uno sin el Cual estoy condenado, pero ahora me agarro al borde de su manto desesperadamente, con terror, en un acceso sublime de la necesidad más pura que he conocido nunca. Mis pensamientos vuelven al héroe de mis años de estudiante de medicina, Karl Stern, que entonces estaba pasando por una metamorfosis espiritual mientras me introducía en el arte de la mente, sus órdenes y sus fuentes; y a las palabras que escribió en una carta a su hermano:
«Y no quedaban dudas acerca de ello», escribía Stern, «habíamos corrido hacia Él, o habíamos corrido huyendo de Él, pero en todo momento Él había estado en el centro de todo»”
Habiendo logrado el orden en el plano horizontal de su vida, Nathanson busca ahora alcanzar esa misma reconciliación en el plano vertical Dios-hombre. “Mi destino ha sido dar vueltas por el mundo…”. Todos los hombres consciente o inconscientemente se encuentran en esta condición de constante búsqueda de Dios; pues, como dice Santo Tomás, “conocer de un modo general y no sin confusión que Dios existe, está impreso en nuestra naturaleza en el sentido de que Dios es la felicidad del hombre; puesto que el hombre por naturaleza quiere ser feliz, por naturaleza conoce lo que por naturaleza desea”.
Sin embargo, para que la reconciliación con Dios sea plena exige necesariamente la liberación del pecado, que ha de ser rechazado en sus raíces más profundas. Consciente de esto, el lunes 9 de diciembre de 1996, a las 7:30, el Dr. Bernard Nathanson se convirtió en un hijo de Dios, incorporándose al cuerpo místico de Cristo en su Iglesia. El Cardenal John O’ Connor le administró los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Comunión.
Chuck Colson, líder protestante evangelista, dijo acerca del bautismo del Dr. Nathanson: “…Miré hacia la Cruz y me di cuenta de nuevo de que lo que el evangelio enseña es verdad: la victoria está en Cristo. Él ha vencido el mundo y las puertas del infierno no pueden prevalecer contra su iglesia… y éste es el modo en que se ganará la guerra del aborto, a través del cambio que Jesús haga en los corazones, uno por uno. (…) Este simple bautismo, realizado sin estruendo en la cripta de una gran catedral, nos recuerda que un niño nacido hace veinte siglos en un establo, desafía la sabiduría de los hombres. Él no puede ser derrotado”.
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N.B: releyendo el texto muchas cosas han venido a mi memoria que me gustaría mencionar para que el texto tenga algún valor (por lo menos develando mi vida universitaria.. jeje).
La presencia de muchos textos de San Agustín -no todos devidamente citados- responde a mi proyecto de leerme todo los tomos de las obras completas de San Agustín, de la BAC.
La referencia a Moscu y al texto de Lenin responde a mi obsesión en esa época por el marxismo, siempre iba y buscaba que habían dicho pensadores marxistas sobre tales y cuales temas.
Las ideas más sólidas de este trabajo me fueron susuradas por mi madre, que siempre mostró interés por mis estudios de filosofía.
Carlos:
Qué alegría me ha dado descubrirte a través de tu blog. Además, he visto el número la REVISTA IBEROAMERICANA
DE PERSONALISMO COMUNITARIO, en la que has participado, y me he bajado varios artículos muy muy interesantes, entre ellos el tuyo.
Enhorabuena por este blog. Seguiremos charlando,
Leo