Convocar la Libertad del Estudiante

Con el término educar se señala una realidad dual: La acción educativa del profesor que enseña y forma, y la acción educadora del alumno que acoge libremente la acción del profesor. A eso refiere la doble etimología de “educar”: el profesor conduce, pero es el alumno el que debe salir de si dando lo mejor de si.

Sin acogida no se forma en inteligencia sino en conocimientos, no se forma en virtudes sino en conducta. Pero dado que la acogida es un acto libre, el profesor debe buscar convocar esa libertad del estudiante para que participe en el juego dual del educar.

Muchos maestros intentan convocar la libertad a través del poder: establecen premios y castigos para determinadas acciones (poder coactivo) o buscan estrategias atractivas para seducir al alumno (poder persuasivo). Sin embargo, estos medios apelan al temor o la curiosidad del alumno, no a su libertad.

La mejor vía para convocar a la libertad de alguien es la autoridad, entendiendo por tal el saber y la virtud socialmente reconocidos. El profesor con autoridad infunde respeto como persona y como profesional. Los alumnos confían en él, porque intuyen que busca el bienestar de ellos, y en sus conocimientos, porque se muestra competente. Y cuando tenga que hacer uso del poder, lo hará de modo justo sin caer en abusos ni pretender engañar.

¿Cuál es ese uso justo del poder? Cuando apunta a conducir y formar esa libertad que por la autoridad se ha convocado. Hay que usar el poder para poder lograr en el aula el ambiente apropiado para poder enseñar; para hacer cumplir las normas y el ideario del colegio; para –en el caso del poder persuasivo- facilitar la comprensión de algunas materias. El poder sirve de apoyo a la autoridad, pero no la construye. Intentar construir autoridad a través del poder es autoritarismo.

Actualmente, la promoción de la amistad –mal entendida- entre profesor y alumno, lleva a pensar que el poder es innecesario. Pero así como abusar del poder o hacer uso inútil de él merma la autoridad; igualmente, el no usarlo conduce a la pérdida de autoridad. Por lo tanto, el poder debe usarse poco, y con miras a corregir a los estudiantes, evitar injusticias o abusos y establecer un clima de orden donde la autoridad del maestro permita la interacción educativa alumno-profesor.