Civilización y Barbarie

Caminábamos por Miraflores, por el parque Kennedy, una noche próxima ya la navidad. Conversábamos, como solemos hacerlo cada vez que nos encontramos. El ambiente estaba todo sobrecargado de las luces que en la navidad inundan las calles. Líneas y líneas de pequeños focos multicolores y palpitantes que muchas veces oscurecen el sentido de la navidad. Caminábamos. Conversábamos, y el tema salió. ¿Por qué a veces aquello que llamamos civilización parece tan frágil, tan etereo, como si fuera un espejismo al que se aferra ilusamente la humanidad?

Días atrás yo había visto El Señor de las Moscas y me había quedado pensando en el asunto: la fragilidad de la cultura. Vista la historia de la humanidad muy grosso modo, puede uno ir identificando como a cada señal de alto grado de civilización, le precedió una época de barbarie nacida de ella misma. El nazismo -para poner un ejemplo- nació de una alemania que se preciaba de culta, de la misma alemania donde años antes había brillado el círculo de Gottinga con todos sus filósofos. No le hecho la culpa del nazismo a los filósofos, ciertamente que no; pero si quiero resaltar por lo menos la civilización y la barbarie al parecer anidaron juntos en la alemania prenazi.

La conclusión que avisorábamos mi amigo y yo, era que la fragilidad de la civilización descansa en la libertad, precisamente en aquello que la hace bella y valiosa. Así como el cristal es frágil pero en esa fragilidad también descansa su belleza, igualmente la civilización descansa sobre la libertad humana, y eso la hace tan eterea a veces. Pienso en el hecho de que, mientras existen -más o menos débiles, pero existen- instintos como el de supervivencia, no existe un instinto para hacer poesía, para pintar, para tocar algún instrumento. Un poema nace de un alma libre, que se lanza tras lo bello; un acto heroico nace de un alma grande que se lanza tras el bien a pesar de todo. «Ante un incendio -le decía a mi amigo- nuestra primera reacción sería la de salir corriendo, asegurar nuestra propia vida. Solamente un acto libre, nos hace regresar para ayudar a alguien».

Muchas veces nuestra libertad no va a por lo grande, tras la verdad, el bien y la belleza; sino que encuentra su satisfacción en entregarse a cosas inferiores, en seguir a lo instintivo: afán de poder, por ejemplo. Asì, la barbarie se va adentrándo en nuestras vidas,